Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Jugar bien o jugar lindo, ese es el tema

Después de la traumática derrota por penales frente a Chile en la final de la Copa América Centenario, en los Estados Unidos, la reanudación del camino eliminatorio hacia el Mundial de Rusia 2018 representaba un examen de cuidado para el seleccionado argentino.

La prueba venía acompañada de diversos componentes: la necesidad de superar, en casa, aquel mal trago que provocó la desilusión de muchos hinchas, el estreno en la dirección técnica de Edgardo Bauza y la envergadura de un rival pesado, clásico y con estirpe como lo es Uruguay.

Sin dudas, el conjunto nacional respondió a las expectativas. Y lo hizo desde el resultado, el sacrificio y la convicción de interpretar lo más rápido posible las ideas del nuevo entrenador. Con el agregado, además, de sostener la actuación en inferioridad numérica por la expulsión de Paulo Dybala en el cierre del primer tiempo.

Más allá de los rendimientos individuales (Lionel Messi, Javier Mascherano y Ramiro Funes Mori, entre los puntos más elevados), ¿se notó la mano de Bauza? Sí. En el pragmatismo, la eficacia y el triunfo como base para retomar la confianza.

Aun con futbolistas más jerarquizados a sus órdenes, el “Patón” difícilmente vaya a modificar su estilo. Desde su concepción estratégica y del juego, parece decidido a no abandonar esa seguridad que lo llevó a obtener dos veces la Copa Libertadores de América.

Sus equipos son así. Por lo general no brillan, son bien estructurados, se apoyan en el orden como premisa colectiva, no improvisan, son comprometidos y trabajan en función de las características del adversario de turno. Varias de esas definiciones se plasmaron dentro del campo en el choque del otro día con los charrúas, en Mendoza.

Tal vez porque se siente más cómodo abrazándose a los recaudos, lo califican como “defensivo”. Pero si comienza por darle un equilibrio uniforme a la Selección, ese aspecto será un paso clave. Con el poderío de ataque conocido y probado, el resto vendrá solo.

Con Venezuela, mañana, será una historia diferente. Ya sin Messi, lesionado, Bauza deberá procurar que la escuadra albiceleste no pierda su esencia ni su carácter, tocando las teclas justas para que cada uno se sienta tan valioso como el crack rosarino.

A partir de ese armado, claro, habrá variantes de apellidos y probablemente de esquema. No sería de extrañar entonces que, fiel a su costumbre cada vez que plantea los partidos como visitante, el DT prefiera jugar de contragolpe con la intención de robar la pelota, salir en velocidad y lastimar en la red ajena.

Se verá. Por lo pronto, y no es poco, la incertidumbre inicial quedó atrás. Ahora será cuestión de fortalecer progresivamente este proceso de “refundación” de nuestra Selección.