Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

“Dame el celular o te clavo un tiro”

3 .10 de la madrugada del domingo. Zona de boliches de Fuerte Argentino.

A una cuadra de Chocolate, una parejita, ambos de 16 años, no disimulan el fastidio por haberse encontrado, como decenas de otros jovencitos, con las puertas cerradas de El Reino, uno de los tres centros bailables del sector, cuando por las redes sociales se anunciaba su reapertura tras permanecer cerrado por una orden judicial.

De pronto…

“Dame el celular o te clavo un tiro. DALE!!! Pará, antes desbloquealo o te hacemos mierda las piernas. DALE!!!!”.

El chico no ofrece resistencia alguna. Incrédulo, casi sin mirar al malviviente, accede a cada requisitoria. Sin chistar.

Entonces levanta la vista y ve que los chorros son tres. Jóvenes, de más o menos 20 años cada uno. Con esas típicas capuchas que suelen utilizar los pibes de hoy en día. Buenos y malos. Víctimas y victimarios. Todos dentro de un paquete cada vez más explosivo. Y que nadie se atreve a desenvolver para echar mano de una buena vez por todas.

***

-Señor (dirigiéndose a uno de los tantos policías afectados en el lugar), me acaban de robar el celular. Estaba con ella (señala a su parejita) en aquella esquina y se me vinieron tres chabones.

-Ah, si… hace 20 minutos robaron otro.

-...

- ¿Están bien?

- Si, si…

- Bueno, pasame el número de un celular. Si nos enteramos de algo, te llamamos...

Ahora la incredulidad viene por otro lado. De sufrir la acción intempestiva de tres vándalos a la vista de todos, a padecer la inacción de la fuerza de seguridad en medio de un escenario donde abundan los pedidos de documento, los rostros adustos de los uniformados, pero de una ceguera inexplicable. Hasta sospechosa.

“Es la segunda vez que me roban así, prepoteándome. La otra fue cuando tenía 13 años en el barrio La Falda, en la puerta de la casa de mi abuela. Aquella vez eran dos, no tres, y no me dijeron que me iban a pegar un tiro si no les daba el celular. Solo me iban a fajar”.

De un relato a otro pasaron tres años.

De uno a otro se advierte una mayor agresividad, una creciente sensación de indefensión. La lacerante idea que esta película se puede volver a repetir.

En cualquier calle, rincón o ámbito de nuestra ciudad.

Esta Bahía Blanca que algunos nos quieren hacer creer que es “segura”.

Y, la verdad, nuestra seguridad es la única a la que vemos presa. Entre rejas. Sin leyes que la amparen ni fuerzas de seguridad que la cobijen.

Así estamos.