Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Con el aula y la esperanza vacías

Como la mayoría de los docentes, Florencia asegura estar convencida de la lucha que plantea junto a sus pares por "un salario digno" y otras cuestiones, esencialmente de infraestructura, que sugiere "indispensables" para optimizar la educación pública .

Joven y soñadora, a sus 28 años no disimula su fastidio ni la impotencia que le provoca no poder estar junto a los bajitos de la "sala rosa" del jardín de infantes que ama tanto como a su casa. Máxime, cuando en este comienzo del ciclo lectivo 2017 el contacto con ellos resultó efímero, fugaz, sin el arraigo que requiere ese paso trascendental en la vida de los niños que cursan el nivel inicial.

Entonces sólo le queda masticar bronca, aunque, idealista como es, igual sigue persiguiendo cristalizar aquel sueño juvenil que la introdujo en la docencia.

Pero no hay caso...

Jura que se siente en deuda con cada uno de los bajitos. Que los está defraudando. Tanto como a sí misma.

Le molesta que la hayan colocado en esta encrucijada. Sin salida. Sin esperanzas...

Y pregunta, desafiante: ¿alguien tiene idea de esas situaciones que se tornan dramáticas en el aula y que jamás se podrán medir en pesos, porcentajes ni paritarias?

Tantas mañanas de morderse el labio para no quebrarse cuando ve a unos de sus chicos dormirse "por el hambre", sin zoquetes en invierno, con signos de maltrato o sin el mínimo aseo ya no para ingresar al jardín, sino para la vida diaria.

Entonces dice sentirse insultada por la estrategia de María Eugenia Vidal cuando la gobernadora bonaerense plantea pagarle un presentismo extra a los maestros que acudan a clase en días de huelga.

Incrédula cuando escucha al presidente Mauricio Macri hablar de "no caer en la educación pública".

Con la memoria intacta para no olvidar aquellas palabras de Cristina Fernández de Kirchner, cuando la expresidenta les apuntó a los docentes sosteniendo que "trabajan cuatro horas por día" y "son los únicos trabajadores que tienen tres meses de vacaciones al año".

E indignada. Por las frases livianas, los conceptos inapropiados, los análisis inaceptables de "gente que lejos está de entender la complejidad de la educación" y su enorme valor para enfrentar tantos flagelos que hoy azotan a la sociedad.

Florencia se siente, finalmente, humillada.

Una rehén del "maldito sistema". Incluso, de los Baradel.

Y sólo pide que respeten... su dolor.