Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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El toma y daca de Ganancias

Fotos DyN y Archivo La Nueva.

   Las discusiones relacionadas con el futuro impuesto a las Ganancias para los asalariados podrían batir un récord, digno de Guiness: se presentaron 80 proyectos diferentes. No sólo se trata de un despropósito sino de una fenomenal pérdida de tiempo y recursos, teniendo en cuenta que prácticamente hay una propuesta por cada tres diputados. 

   El panorama está planteado como la propuesta del gobierno versus el “resto del mundo”, es decir todo el arco opositor. Claramente los distintos proyectos elaborados por la oposición son mucho más generosos para los asalariados. La contrapartida, obvio, es el mayor costo para el Estado. 

   En tanto, la oferta del gobierno de Cambiemos es mucho menos generosa. El argumento defendido tanto por el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, y el titular de AFIP, Alberto Abad, es que se privilegió la progresividad del impuesto, aún cuando más gente empezaría a pagar. 

   Lo más positivo es que por primera vez desde el 2001 se modifica la famosa “tablita” de Machinea, que cambia las escalas de la aplicación del impuesto según el nivel de ingreso. De esta forma, el gravamen en vez de arrancar en el 9% cae al 5% para los salarios más bajos y va aumentando gradualmente. 

   En cambio, el ajuste del mínimo no imponible es de apenas un 15%, menos que la inflación esperada y lejos del aumento salarial previsto para el 2017. Esto haría que más gente empiece a tributar Ganancias, aunque se aplicará una alícuota diferencial del 2%. 

   Luego, se va adecuando gradualmente hasta el 2019. La principal objeción es que los ajustes siguen siendo por “decreto”, cuando el propio Mauricio Macri había criticado reiteradamente que no haya estipulado un esquema automático adaptado a los niveles de inflación, tal como sucede con las jubilaciones. Y la otra cuestión es que a pesar de las promesas realizadas durante la campaña el impuesto a los asalariados no desaparece. 

   El proyecto presentado por Sergio Massa va en la misma línea, pero es sustancialmente más generoso. En vez de arranca el mínimo del impuesto para salarios de 30.000 pesos, mientras que en la propuesta del Frente Renovador se inicia en más de 65.000 pesos. 

   Por consiguiente la tabla que aplica la progresividad del impuesto también es muy favorable para el asalariado. El detalle es que mientras la propuesta macrista cuesta poco más de 20.000 millones al Estado en el 2017, el proyecto massista tendría un costo superior a los 60.000 millones de pesos. 

   En el medio aparecen una gran cantidad de propuestas alternativas, con ajustes más o menos favorables, pero todos con un costo fiscal mayor. Todo indica, por otra parte, que el gobierno también terminará cediendo terreno, por ejemplo aceptando un ajuste mayor del mínimo no imponible, para que el año que viene ajuste cerca del 25%. 

   Y al mismo tiempo se plantearía la necesidad de ir a un esquema automático. Otra opción es deducir del salario un porcentaje del gasto del alquiler, con lo que bajaría el ingreso disponible que se calcula para aplicar Ganancias. 

   Con el Presupuesto 2017 ya aprobado y con un déficit fiscal de 4,2% del PBI, una duda no revelada es hasta qué punto los políticos forzarán al gobierno a seguir incrementado el gasto en el año electoral. Si, por ejemplo, cede a los pedidos de la oposición por Ganancias, claramente el impacto sobre las cuentas públicas será mayor. 

   Nada fue gratis en el 2016 que está por culminar y mucho menos lo será en el 2017. El visto bueno legislativo por los holdouts, la reparación histórica (incluyendo el blanqueo), y hasta el Presupuesto aprobado hace pocas horas por el Senado y transformado en ley incluyeron fuertes aumentos de gasto y la transferencia de recursos a favor de las provincias. 

   El resultado es un nivel de gasto descontrolado y un déficit fiscal que este año terminaría en niveles cercanos a 5,5% del PBI. Es un resultado exorbitante, que será disimulado en forma excepcional por los ingresos del blanqueo. 

   Las presiones de la oposición para crear nuevos impuestos como a la renta financiera, ya generaron también la alarma entre los inversores, pero al menos momentáneamente fue descartado. A cambio, habrá un impuesto al juego, puntualmente a las máquinas tragamonedas. 

   Con estos episodios y la propensión acelerar un gasto ya de por sí fuera de control, el entusiasmo inicial de los inversores entró en una suerte de letargo. La victoria de Donald Trump castigó puntualmente a los mercados emergentes, más complicados por la suba de tasas en Estados Unidos. Pero los bonos argentinos sufrieron más que el resto.

   Ahora, Macri deberá “remar” mucho para poder atravesar el 2017, que viene con un doble objetivo para nada sencillos: recuperar el crecimiento y ganar las elecciones legislativos.