Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Sorpresa por la violenta caída del dólar

Foto: Archivo La Nueva.

     En enero parecía un hecho que los $ 16 eran un nuevo piso para la cotización del dólar. Y la mayoría de los analistas consideraba que la divisa seguiría de cerca de la evolución de la inflación.

     Pero todos los pronósticos vuelven a revisarse ante la disminución de la cotización desde fines de enero y especialmente en lo que va de febrero. La divisa tocó los 15,40 pesos en el mercado mayorista y bajó a 15,75 en casas de cambio, una caída de 65 centavos desde los máximos registrados el mes pasado. Semejante derrumbe no estaba en los cálculos de nadie.

    No es un fenómeno que se da exclusivamente en el mercado argentino y eso genera cierta tranquilidad. En Brasil, por ejemplo, donde el dólar había llegado a los 4 pesos el año pasado (en el peor momento de la crisis política), pero en las últimas jornadas profundizó el ajuste a la baja y tocó los 3,05 pesos. Así, la apreciación del peso va prácticamente en paralelo con la del real.

     La explicación para la caída de la cotización pasa en particular por el ingreso de dólares provenientes de la colocación de deuda que llevan adelante empresas y provincias. Los que consigue el Tesoro, en cambio, los compra directamente el Banco Central.

     El proceso lleva a un inevitable proceso de encarecimiento en dólares. Con un tipo de cambio en baja, la inflación subió 1,3% para el INDEC en enero y crecería por lo menos otro 2% en febrero, al tiempo que se proyecta un piso de 1,5% en marzo. En la medida que el dólar permanezca planchado o incluso cotice a la baja se produce inevitablemente un aumento en moneda dura de los precios, pero sobre todo, del costo para las empresas.

     La pregunta a esta altura es si el Central debería dejar que se produzca este proceso de apreciación del peso sin intervenir. O si, por el contrario, tendría que hacerlo para ponerle un piso al tipo de cambio y evitar un impacto mayor en las empresas.

     El proceso afecta no sólo a las empresas exportadoras, sino también a aquellas que venden en el mercado interno pero deben competir con productos importados que entran más baratos.

     La postura de Federico Sturzenegger (foto) es que el mercado se terminará equilibrando solo. Si hay una percepción de dólar barato extendida, más temprano que tarde aparecerán inversores dispuestos a comprar para aprovechar la oportunidad.

     En enero, por ejemplo, el Central registró compras de billetes para atesoramiento por el equivalente a U$S 2.500 millones. Pero ni siquiera ese caudal de demanda consiguió equilibrar la cotización.

     La preocupación es que esta caída del tipo de cambio se da más bien por un fenómeno financiero, que no obedece a una mejora competitiva de la Argentina. Es el déficit fiscal y la necesidad de financiamiento externo la que lo fogonea.

       Y todo esto sucede antes de que ingresen los dólares de la cosecha de soja, a partir de abril. Históricamente, el segundo trimestre es un período de caída o, como mucho, tranquilidad cambiaria por esta entrada de divisas. En ese caso, se acentuaría el problema de atraso cambiario y el efecto negativo sobre la industria y las economías regionales.