Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Industria: de mal en peor

Aunque el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, insiste en que la economía ya salió de la recesión, algunos sectores todavía ni se enteraron. Y la industria es claramente el que peor la está pasando. No sólo no se notan signos de recuperación, sino que incluso la evolución sigue siendo muy negativa en la comparación interanual, con caídas superiores al 3%. Lo más preocupante es que no se ven señales de recuperación en el corto plazo y los pronósticos para lo que resta del año no dejan mucho margen para el optimismo.

El uso de la capacidad instalada en las fábricas se ubica en apenas el 60%, un nivel sólo equiparable al que había en el 2002-2003, luego del derrumbe de la economía post Convertibilidad.

La industria quedó muy postergada en el diseño de la nueva política económica y también por decisiones específicas adoptadas por el Gobierno. Está claro que el campo y la minería, por ejemplo, fueron favorecidos por la eliminación de retenciones. La caída de la presión impositiva del 2016 que tanto destacan los funcionarios es real, pero se repartió en forma despareja. Al sector industrial no le tocó nada.

La caída del dólar y el cada vez más notorio atraso cambiario se han transformado en un desafío adicional para el sector industrial. Hoy resulta mucho más complicado competir con el mundo. Eliminadas las DJAI, que representan una barrera natural a las importaciones, ahora hay más ingresos de productos importados aunque sin llegar a ser un aluvión. En realidad, la administración del comercio se consigue a través de la multiplicación de “licencias no automáticas” sobre mayor cantidad de bienes, lo que en la práctica representa una barrera que encarece el ingreso de productos del exterior.

Pero existe otro tipo de competencia, que se da con los tours de compra de argentinos al exterior, especialmente a Chile y a Miami, donde los precios son mucho más bajos que en el mercado local. La persistente inflación y el dólar planchado no hacen más que complicar aún más el panorama.

El Gobierno mantuvo varias reuniones con sectores “sensibles”, es decir aquellos más afectados por las nuevas reglas de juego, como calzado, indumentaria y metalúrgica. El compromiso es cuidar los puestos de trabajo mientras los empresarios buscan alternativas para la caída de la actividad.

Por lo bajo, en el Gobierno se quejan de la falta de competitividad de muchos sectores industriales y la poca inversión que han realizado en los últimos años. “Por más que les pongamos un dólar a $ 40 igual no podrían salir a flote”, se quejan en el ministerio de la Producción.

Una de las medidas que se anunciarán en los próximos días es el envío al Congreso de la ley de “Compre Nacional”, con el objetivo de privilegiar la elección de compañías locales en las licitaciones que realiza el Gobierno nacional. Se trata de un paliativo luego de algunas decisiones que golpearon duro entre los industriales, como la eliminación de aranceles para la importación de netbooks, tablets y computadoras.

“Uno de los problemas que hay para invertir es que todavía no está claro cuáles serán los sectores que el Gobierno estimulará en los próximos años para impulsar la actividad y las exportaciones”, señaló Miguel Kiguel, titular de la consultora Econviews.

Los empresarios a su vez se quejan del “costo argentino” que les impide ser competitivos. La queja reiterada de la Unión Industrial Argentina ya no pasa por la cuestión cambiaria (que obviamente preocupa), sino por la carga impositiva. La alta carga de impuestos se traslada a los precios finales y vuelve inviable muchas actividades empresarias.

Ese costo argentino también se refleja en los gastos en seguridad y en logística. Pero buscarle una salida a estos temas no se consigue con alguna medida aislada ni promoviendo una suba del dólar. Se trata de problemas mucho más profundos que arrastra la economía argentina y cuya resolución demorará años.

El blanqueo laboral que empezó a analizar el Gobierno con los industriales es una continuación del sinceramiento impositivo que finalizó exitosamente el 31 de marzo. Se trata de un primer paso para encarar el problema de los enormes costos y el peligro de litigios laborales capaces de hundir a cualquier empresa.

El equipo económico venía prometiendo que las mejoras salariales y la baja de la inflación deberían generar un efecto positivo a partir del segundo trimestre. Pero ahora esa mejora que debería sentirse en el bolsillo de los ciudadanos está un poco más en duda, porque la inflación no está bajando de acuerdo a lo esperado, pero también porque no habrá tanto dinero en el mercado como para alentar esa mejora de las ventas.

La consecuencia obvia es que los principales analistas están revisando a la baja los pronósticos de repunte para este año. El 3,5% que el Gobierno estimó en el Presupuesto 2017 está más lejos de cumplirse y ahora ya se considera un éxito alcanzar el 3%, aunque el promedio de las opiniones de los economistas ya comienza a rebajarse a niveles más cercanos al 2,5%. Suficiente para recuperar lo perdido el año pasado, pero demasiado poco para generar una sensación de mejoría entre la gente.