Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Suben al ring con diccionario

“Gracias al rap muchos pibes de Bahía encontramos una forma de expresarnos”, dicen.
Suben al ring con diccionario. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

Herir con rimas el orgullo de otro rapero. Demostrar con gestos que tenés más calle. Humillar durante un minuto entero, flotando arriba de un beat. De eso se trata una batalla de rap.

El insulto es una piña bien puesta en la cara. Y eso es lo único que se permite arriba del ring. Ese es el límite. Nada de terminar a las trompadas porque se metieron con tu mamá o con tu hermana. Te la tenés que bancar.

“No calentarse se logra entendiendo lo que estás haciendo. Entendiendo que si vos te anotaste en una competencia de ese tipo, vos estás esperando que te humillen”, dice Serafín.

Segundo Piso es un grupo de chicos, de 11 a 25 años, que organizan batallas de rap en el anfiteatro de la plaza del Sol, sábado por medio a las 3 de la tarde.

Empezó como una juntada entre amigos. Terminó como una liga en donde el ganador se lleva un pantalón o una remera que regala una tienda de Bahía.

Las batallas de la plaza tienen un jurado de 4 o 5 chicos. “Muchas veces no es necesario ser reconocido. La verdad es que si hay una competencia y tres no quieren participar, ellos son los jurados”, explican.

Para elegir al mejor tienen en cuenta las buenas rimas, la agilidad mental, la actitud, los gestos, cómo se paran frente al rival, la forma de fluir arriba del beat, las comparaciones ingeniosas.

“Si no hay ganador hay una réplica, es decir que siguen batallando hasta que quede uno solo”, explican.

En Bahía, la movida empezó en 2008. Las batallas tenían menos calidad. Los competidores solo decían "yo soy bueno, yo soy bueno, yo soy bueno".

“Hoy el nivel roza lo profesional o lo semiprofesional. Por eso llama la atención de la gente que pasa por ahí”, dice Estani.

—¿Y cómo los miran?

Estani: —Hoy rapeás y sos un capo, una bestia. Pero hace dos años hasta la policía te quería sacar de todos lados. Antes te miraban raro como diciendo estos son chorros, son drogadictos.

Serafín: —Este año mágicamente la policía empezó a defendernos. Van a las competencias y están a un costado. Pero al principio  está el prejuicio de que nos juntamos para drogarnos o para chupar cerveza.

—¿Y eso no pasa?

Estani: —Droga corre en todos lados, en cualquier recital. Pero en las batallas, los mismos miembros respetan a los más chicos. Si quieren tomar una birra o fumar un faso se van a otro lugar después. Nunca vi que haya problemas con eso.Estani cliquea con fuerza. Sale hablando Francella, en su personaje de Sandoval en la película El secreto de sus ojos.

El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero una cosa no puede cambiar: de pasión.

Hace otros cuatro clicks. Sube el volumen del parlante. Le pega con más fuerza a la barra espaciadora.

Y sale una mezcla.

“Yo no sé nada de música pero hago música. Todas las instrumentales de mi canal de YouTube son composiciones mías pero no tengo ni idea de lo que es una clave de sol. No sé tocar el piano pero te puedo hacer una melodía”, dice Estanislao De Lera.

Escondido tras sus gafas, Estani es el encargado de ponerle flow a los malabares de  palabras que tiran los raperos.

Se define como productor, pero además canta.

“Hago más trap que rap”, dice.

El trap es un nuevo estilo musical derivado del hip hop que está arrasando entre los jóvenes de 15 a 25 años.

—¿Cuándo empezaste a rapear?

—En el 2012, en la escuela. Escribía canciones por hobbie que después las grababa en mi casa.

—¿Cómo aprendiste todo lo que sabés de edición musical?

—Leía artículos en internet, hablaba con chicos que estaban en la movida desde hace bastante e hice cursos de producción musical a distancia.

Estani se armó de a poco un estudio de grabación en un cuarto de su casa.

Tiene un teclado que le costó $ 700, una computadora, parlantes, dos pares de auriculares y un micrófono de pie que metió adentro de una cabina acústica prefabricada con durlock.

“En Bahía Blanca no hay muchos chicos que se dediquen a la producción musical, prefieren escribir, rapear, hacer beat box o improvisar”, cuenta.

—¿Y sacás buena plata?

—Ganó algo, no como para vivir, pero no dependo económicamente de mis papás, aunque siempre me ayudan.

—¿Qué te dicen ellos?

—Me apoyan muchísimo, pero tampoco quieren que me centre totalmente en esto y que me pierda. Por eso a la par estoy estudiando Economía en la UNS.

—Ah, nada que ver...

—¡Ja! Nada. Yo quería estudiar Ingeniería en Sonido, pero está en Buenos Aires y encima es privada.

—¿Cómo te va en la carrera?

—La llevo al día. Tengo en claro que no voy a tener el mejor promedio ni tampoco me van a elegir como ministro de Economía , pero ahí vamos.

Y es que Estani le dedica mucho más tiempo a la música que a entender las variables económicas.

Los días que graba, arranca a las 8 de la mañana, termina a las 4 o 5 de la tarde y después se pone a editar.

“Si tengo que hacer una instrumental puedo estar un día entero encerrado en el estudio. Mi familia sabe que ese día no existo”, dice.

—¿Quiénes pasan por tu micrófono?

—Trabajo con de Bahía Blanca y de la región. Pero también llegan de otras provincias. En estos días, por ejemplo, viene un chico de Neuquén.

—¿Y qué edades tienen?

—Llegan de todas las edades. Ayer vino un chico de 12 años.