Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Señales de alerta, afuera y adentro

Señales de alerta, afuera y adentro. Crónicas de la república La Nueva. Bahía Blanca

La percepción es casi cantada en los principales despachos del Gobierno: en el frente externo el desafío de la hora es ver cómo va a evolucionar la relación con Estados Unidos, en primer lugar, y con el resto del mundo, después, con el desembarco en la Casa Blanca de un presidente presuntamente proteccionista y xenófobo como Donald Trump.

Había a mitad de semana un análisis en clave tras la ruidosa victoria del magnate que se tradujo en una frase del jefe de Gabinete. "Tenemos que esperar a ver si el que asume es el de la campaña, o uno más moderado", dijo Marcos Peña. La frase dejó picando un concepto de quienes confían en que la sangre no llegue al río y los temores se disipen si Trump "se menemiza", en alusión a aquel Carlos Menem que ganó prometiendo el salariazo y la revolución productiva y después devaluó la moneda y se alió con los empresarios a los que durante la campaña execraba.

Una segunda señal que se percibe es que el macrismo apuesta mucho de su futuro en la relación externa según para donde vaya el Gobierno republicano que asumirá el 20 de enero. En especial porque la meta de todos sus desvelos sigue siendo una sola: ganar las elecciones de 2017.

Por ahora sigue en pie el plan del ministro Cabrera para avanzar hacia un acuerdo de libre comercio con los EE.UU. Claro que si Trump finalmente cumple como presidente todo lo que prometía como candidato, al Gobierno se le va a complicar porque se encarecerá la tasa de interés para endeudarse y podría haber freno a nuevas inversiones y problemas con las exportaciones.

Ejemplo, en Producción fruncían el ceño con el caso de los limones: la reapertura para el mercado norteamericano después de años de penar estaba casi abrochada. Analistas plantean además con realismo que hay algo peor: América Latina no figura entre las prioridades de Trump. Y si figura, ironizan con desazón, podría ser más para mal que para bien.

La Argentina, en ese escenario, ocuparía el lugar número 100 entre las prioridades del sucesor de Obama. Desmienten ese pesimismo aquellos que pronostican "una relación privilegiada" entre Macri y Trump por el simple hecho de ser "dos viejos conocidos". Parece un exceso que sólo se comprobará una vez que el carro se ponga en movimiento.

Mientras espera a ver para dónde sale disparado Trump, el Gobierno tiene que hacer algunos deberes como para garantizarse que las cosas no vayan a empeorar en la relación tan fluida que Macri construyó con Obama. Lo primero es zafar del grosero error de cálculo de Macri, Malcorra y Lousteau de haber apostado a un triunfo de Hillary.

Es un comentario extendido y hasta hay reparos internos de que ese fue un yerro infantil en materia de política exterior difícil de entender. Los afanes del jueves por conseguir urgente una llamada con Trump marcan esa preocupación por enmendar el papelón.

El correlato interno de ese panorama incierto es sabido: se demoraría la tan declamada reactivación de la economía. Ya fue bastante con el sombrío panorama que presentó el martes Prat-Gay ante el gabinete, que ahora pone toda la esperanza en una primera bonanza recién para bien entrado el otoño. La CGT, si bien mantiene los pies en el plato, ha vuelto a endurecerse. Esta semana le reclamó a Triaca y Mario Quintana un plan urgente para suspender los despidos por 6 meses. Y sumaron a los jubilados a la marcha del 18 de noviembre con otro reclamo, el de un haber mínimo de $ 8.060 desde el 1 de enero.

Se insiste en análisis privados y oficiales que la economía no arranca. Se esperaba una baja de la inflación después del salto de octubre, pero el año va a cerrar cerca del 39 %, y mediciones de consultoras y del Frente Renovador sostienen que noviembre y diciembre serán peores que octubre, con registros superiores al 2,4 %, cuando Prat- Gay prometió una cifra más cerca del 1,5 %.

El tan mentado anuncio del bono, desprolijo como tantas otras cosas que hace el gobierno, le estaría generando más problemas que soluciones. Triaca y Quintana acordaron con UPCN para pagarlo a los estatales nacionales, pero María Eugenia Vidal no tiene plata y la Casa Rosada no se la va a mandar, lo mismo que a la mayoría de los gobernadores. Las empresas en su mayoría han dicho que no lo pueden pagar. Presagio de tormentas.

Un consuelo es que la ministra Stanley ha hecho un monumental esfuerzo con los movimientos sociales para evitar problemas a fin de año. "Tendremos un diciembre en paz", le puso el moño Macri. Pero el caldo de cultivo está ahí, en ese y otros faltantes, tal vez por la recurrente mala costumbre del macrismo de prometer lo que no sabe cómo podrá cumplir.

Macri podría tener algún motivo para celebrar por el lado del Congreso, aunque Massa lo torea y amenaza con presentar un proyecto sobre Ganancias. El presidente estaría hecho con que se aprueben tres leyes: el Presupuesto, que el Senado votará esta semana o la otra; la ley de Participación Público-Privada, que saldrá con apoyo del bloque del FpV gracias otra vez a la muñeca de Pichetto, y la de reforma electoral, que es la más resistida. Suena a poco, frente a tanta asignatura pendiente.