Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La hora de darle paso a la política

En medio de tanta mala praxis de uno y otro lado protagonizado por economistas que apenas si se miran el ombligo; de aprietes de senadores y sindicalistas a funcionarios; de funcionarios a gobernadores a los que les muestran el látigo y la billetera como si el tiempo no hubiese pasado; y con el protagonismo pírrico de ventajeros de ocasión que sólo piensan en su futuro electoral más que en la razonabilidad de proyectos para un país inviable así como está planteado, el gobierno busca salvar la ropa y cerrar un año con al menos un éxito como seria consensuar el proyecto de Ganancias para que sea votado el Día de los Inocentes.

Y, si no puede, poner en marcha el Plan B que manejan cerca del despacho presidencial que es tirar la pelota a la tribuna. Nadie podría reclamar derecho al pataleo: Pichetto dijo que "ahora la pelota está en el lado de Macri". O mejor dicho, para tomarse de un concepto que también sobrevuela, mandar todo a marzo, cuando se supone que la campaña electoral tomará su mejor ritmo y es posible que a esa alturas las primeras encuestas de la recta final le hagan bajar las ínfulas a más de uno. Y Ganancias no sea entonces la guerra a matar o morir que hoy parece ser y que tiene en vilo a todos.

Es cierto que el Gobierno se ufana hacia adentro de haber puesto en evidencia el "plan de Massa", que buscó encumbrarse como el primer opositor, y el mejor, aunque para eso haya tenido que sacarse una foto con sus excompañeros de ruta que ahora lo único que quieren es insistir con el estrambótico proyecto que tiene media sanción de Diputados con un solo propósito: que Macri pague el costo político de vetarlo.

El misil ni siquiera llegó a encender motores: el presidente le trasladó el costo de ese desaguisado a los gobernadores. Jamás pensó en vetarlo, sino en sacarle a sus colegas provinciales la plata que Kicillof y Massa le agregaron alegremente al costo fiscal sin avisar de dónde saldrían esos mayores costos para un déficit de por sí monumental. Un dato: en los campamentos de Massa empezaron a recalcular después de reconocer que el ego mató a su jefe y le hizo tropezar con aquella enorme piedra.

El escenario que se observa ahora mismo pareciera indicar que hoy es la política la que viene a rescatar la discusión después de los desaguisados de los economistas, los propios y los ajenos. Preguntas varias que quedan flotando entre dirigentes de uno y otro lado.

Si era clave negociar primero con la CGT, ¿por qué el Gobierno recién se sentó el viernes a discutir modificaciones que reclamaba la central obrera y que pueden enderezar el clima en el Senado? ¿Cuál fue la razón, sino la de la insólita "pureza étnica" que declama el llamado "duranbarbismo" para que se rechazara una primera exhortación de Pichetto al propio Macri para abrir el diálogo antes, y no después, de modo de frenar las presiones que sufría del kirchnerismo duro que buscaba romper todo?

En despachos distantes del fanatismo mezclado con dosis de soberbia que suele inundar al "peñismo" reconocen una serie de errores no forzados que empiojaron todo el trámite. El primero, permitir que Prat Gay elaborase aquel primer proyecto que fue a Diputados, que ni siquiera consultó con Alberto Abad, tal vez uno de los mejores tributaristas del país pero, más relevante, que se ganó el respeto del peronismo de todo pelaje.

Y peor, la negativa de Macri a que se le tocara una coma durante la discusión del proyecto en comisiones. La historia ya se sabe: el combo cebado del massismo-kirchnerismo le dio media sanción a un proyecto que triplicaba el gasto fiscal o reponía impuestos que habían sido quitados.

El presidente decidió darle paso a la política para intentar destrabar el entuerto de la economía y repuso en la primera línea de gestión a Rogelio Frigerio, a quien nadie termina de entender por qué mando a China a "explorar negocios" justo en medio del incendio en que amagaba convertirse el Congreso. Y, para colmo, en otro grosero error de estrategia, justo cuando la Argentina votó en la OMC en contra de considerar por ahora al gigante asiático como una economía de mercado.

El ministro del Interior es hoy el mejor interlocutor político que el presidente tiene en escena. Con los gobernadores, de los que conoce sus urgentes necesidades. Con los dirigentes sindicales, a quienes el viernes empezó a convencer de la necesidad de acordar un proyecto más racional. Frigerio le dio una mano apenas bajó del avión a otro actor político como Emilio Monzó, tan vapuleado desde la Jefatura de Gabinete, para enderezar las relaciones con Massa y con Pichetto, y hasta con el ala más dura del kirchnerismo.

La política parece encaminada a lograr recomponer lo que dañaron los economistas. El viernes había indicios concretos de que tras los diálogos con la dirigencia sindical, y los que Frigerio y el resto mantendrán mañana con los jefes de todos los bloques parlamentarios, y el martes con los gobernadores, pueda nacer un proyecto de consenso, a mitad de camino entre el que elaboró Prat Gay y el que salió de Diputados. Se aprobaría en comisión el miércoles y seria ley el 28 de diciembre. No es poco en medio de tanto trapicheo.