Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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2017: el desafío entre el cielo y el infierno

2017: el desafío entre el cielo y el infierno. Crónicas de la república La Nueva. Bahía Blanca

Hay un comentario coincidente en estos últimos días de 2016 entre analistas y consultores. Sostiene, para empezar, la casi unanimidad de esas miradas respecto del factor claramente crucial que adquieren las elecciones de 2017. No habría dudas sobre el escenario que podría acontecer cuando se cuenten los votos en octubre, aunque una aproximación se tendrá en las primarias de agosto.

Si Cambiemos gana esas elecciones no habrá modificado sustancialmente la composición de ambas cámaras del Congreso, donde el oficialismo seguirá en minoría. Pero Mauricio Macri se aseguraría un tránsito más o menos previsible hacia el objetivo de lograr la reelección dos años más tarde. A menos que, como también suele escucharse, el ingeniero se dé por cumplido con cuatro años y nomine a un sucesor.

Si, en cambio, la coalición gobernante sale derrotada de esos comicios, muy probablemente el gobierno deba verse forzado a atravesar lo más parecido a un calvario para completar el mandato que vence el 10 de diciembre de 2019.

Es el desafío entre el cielo y el infierno que deberá afrontar un Gobierno que ya no podrá cometer errores, ni mucho menos ampararse en los rigores de la pesada herencia recibida.

Ahora mismo, al cumplirse un año de gestión con bastantes sombras y algunas luces, la mayoría de las consultoras y de hecho trabajos que maneja el propio equipo político de la Casa Rosada advierten que el ciudadano de a pie va camino de olvidarse, si no se olvido ya, de las bombas que Cristina Fernández dejó con las mechas encendidas y de los largos meses que le llevó al nuevo Gobierno desactivar algunas cargas y retardar otras. "A la gente hay que hablarle de la pesada herencia el primer semestre, y nosotros elegimos no hacerlo, después lo único que interesa es el bolsillo", reflexionaba con pragmatismo un funcionario de la segunda línea de gestión del gabinete.

Esa mirada se entronca con otra que vale repasar. Una rápida lectura que se hacía en despachos oficiales tras los cambios que detonaron el despido de Alfonso Prat Gay es que queda cada vez más expuesto que ahora el verdadero "ministro de Economía" es el presidente Macri.

Para esos confidentes, la jugada enfrenta no pocos riesgos en un año electoral como el que se avecina, y si encima la economía no termina de arrancar y no se nota una recuperación sustancial del consumo.

Si bien se reafirmaría en diciembre la medición de la inflación en alrededor de un punto y pico mensual, aunque la proyección en 2017 hay que sustentarla y no sólo proyectarla, casi como único dato que ahora mismo supondría un tibio despegue.

"El presidente se queda sin fusibles, si algo sale mal o la economía no arranca la sociedad lo va a mirar como el principal responsable", sostienen. Por otra parte, no todos en el gobierno están de acuerdo con la decisión de ampliar aún más el manejo de la economía en ahora siete manos, sin contar el Banco Central y el rol cada vez más activo que tienen Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, los vices de Marcos Peña.

"Corre riesgos de perder ejecutividad, cuando lo que se busca es lo contrario", dijo un subsecretario. No es una respuesta a esas cuitas pero se le pareció bastante: el gobierno mandó el jueves a los medios una foto en la que posan el nuevo esquema de poder real por debajo del presidente que gestionará de aquí en más.

Están allí los tres nombrados anteriormente más el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, mientras se reúnen con Nicolás Dujovne, el sucesor de Prat Gay, que será uno más por debajo de aquel comando único que Macri presentó en aquella mega reunión de gabinete en el Centro Cultural Kirchner.

Hay más. Se acabaron las "reuniones para seguimiento de gestión" como las que Macri mantenía hasta ahora cada semana con los ministros, en audiencias por separado. Ahora serán verdaderos "exámenes" que tendrán que rendir los funcionarios para mostrar que están llevando a la práctica lo que figura en los papeles.

Dicen en las oficinas de Peña que en un año electoral como el que se avecina el presidente "quiere ver resultados concretos, no solo proyecciones". Macri dejó directivas muy precisas antes de irse de descanso a Villa La Angostura. "La excusa de que no hay Presupuesto y se demoran las partidas esperando el decreto no existe más, ahora hay que ejecutar", sostienen en Jefatura.

El agravamiento a niveles monumentales de la situación judicial de Cristina Fernández en el cierre del año supondría una invalorable herramienta que el Gobierno podría utilizar en provecho propio si es que la doctora decidiese ser candidata. Ello ocurriría mientras el peronismo variopinto no logra salir de su estado de espanto. También de la incertidumbre sobre la necesaria unidad que debería conseguir para tener chances en octubre con el tema de la corrupción cristinista subido a la campaña. Peor si Massa decide jugar por afuera con Stolbizer.

Pero no habrá desgracia ajena que alcance si Macri no consigue convertir en realidad el amanecer de 2017 que pintó en Facebook.