Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

La clave siempre será la economía

María Eugenia Vidal y Ernesto Sanz pronunciaron en las últimas horas consignas que suponen, a poco que se hable con algunos funcionarios encargados del monitoreo de la campaña, verdaderas hojas de ruta para los dos objetivos centrales del gobierno y de Cambiemos: ganar las elecciones de octubre y conseguir que hacia fines de año la economía haya mejorado. Lo que en este caso equivale a esperar una recuperación con crecimiento de la actividad, baja sustantiva de la inflación y readecuación consecuente del salario de los trabajadores. Dirán esos confidentes que a la par debería esperarse que se coronen con éxito otras políticas que no son menores, como un descenso en los elevados niveles de inseguridad y un menor agobio para el ciudadano de a pie en el pago de los servicios que utiliza para su vida cotidiana. No arrancaron bien el año con un nuevo impuestazo a la electricidad, otro que se viene para el gas y aumentos en servicios esenciales como la salud, los peajes, el aumento en el transporte y otras yerbas. Pero si hay algo de lo que en la Casa Rosada siempre hacen gala es de un inveterado optimismo. Tanto, que descreen del efecto nocivo para la imagen del presidente y de la administración, y para las chances de imponerse en aquellos comicios, que puedan tener los recurrentes corsi e ricorsi ante errores no forzados que entretienen casi a diario las primeras planas y las redes sociales. El feriado del 24 de marzo vendría a ser el emblema de todas esas trastadas innecesarias.

Lo redondea con elevado pragmatismo una voz oficial: "ganaremos las elecciones si la economía funciona, y todos los indicadores nos dicen que ha empezado a recuperarse y vamos a llegar a fin de año con un crecimiento del PBI del 2, 3 por ciento, todo lo demás (Gómez Centurión, Arribas, el feriado, el helicóptero de Awada, etc.) es atendible, pero a la gente no le mueve el amperímetro". Podría concederse a esa visión que ahora mismo hay economistas que no han comulgado desde el vamos con el gobierno de Mauricio Macri que si bien dicen que falta muchísimo para salir del marasmo que dejaron los Kirchner, este año será de crecimiento de la economía y de recuperación del ingreso de los trabajadores por encima de la inflación. Y que las encuestas insisten en que el ciudadano se queja por su presente, pero muestra esperanza en que en el futuro a mediano plazo estará mejor.

Volvamos a Vidal y Sanz. La gobernadora dijo que al gobierno no le desvela ganar o perder las elecciones de octubre, y que su preocupación central es trabajar para que la gente viva cada día un poco mejor. Pero también dijo, durante la cena con los radicales en Olivos, que Cambiemos necesita "tres peronismos" para poder salir airoso en las legislativas de octubre. Triunfo clave, se ha dicho hasta el cansancio, para garantizar que el tránsito hacia 2019 no se convierta en un calvario, pero que además despeje el horizonte de una continuidad por otros cuatro años en el poder. A priori pareciera una contradicción de Vidal, pero no lo es. Primero porque en verdad quieren ganar, y cree ella y lo cree Macri que enfrentar a "tres peronismos", como encarnarían Massa, una eventual fórmula Cristina-Scioli y otra del peronismo tradicional que encabezaría Florencio Randazzo y le quita el sueño a Eduardo Duhalde, les facilitaría el camino. Nada mejor que tener en frente a un peronismo dividido, nunca unido. De manual. La indiferencia de la gobernadora, que suele desgranar también Marcos Preña, viene por otro lado. Las encuestas han empezado a advertir que en Buenos Aires, de nuevo la madre de todas las batallas, Cambiemos saldría tercero detrás del massismo y del kirchnerismo. La encogida de hombros viene siempre por el mismo lado. "Ganemos o perdamos no cambia la relación de fuerzas en el Congreso, seguiremos en minoría en ambas cámaras".

El ex senador mendocino dijo esta semana que el candidato para octubre del oficialismo es el gobierno. En otras palabras, que Macri y Vidal son con sus respectivas aceptables posiciones en las encuestas, a la par de una gestión que va marcando la nueva gestión económica a cargo de Nicolás Dujovne que se encargue de hacer el resto del trabajo. Podría entenderse también aquí que la expresión de Sanz ningunea a cualquiera de las figuras que la coalición presentaría en las boletas de octubre, y que la gente va a votar por una buena gestión de gobierno y no por fotos o apellidos. Cabria preguntarse si en esa depreciación de figuras Sanz incluye a Elisa Carrió. Viene a cuento porque el gobierno espera y desespera por una definición de Lilita. Si juega en Buenos Aires, podría torcer aquel destino de derrota que se avizora, aunque es cierto que ella mide muy bien en el interior, pero mal en el Conurbano. O si lo hace en la Capital, donde podría obtener un triunfo amplio que ayude a compensar en el conteo final ese eventual tropiezo bonaerense.

En medio de esos enjuagues, el gobierno se mostró sorprendido y dolido por la actitud de la CGT de declarar un paro y movilización. De la renuencia de los empresarios a acompañar la política de precios que busca implementar el gobierno y de provocar despidos y suspensiones en violación a aquel acuerdo de finales del año pasado. O de la rebelión de los hasta ahora amigables gobernadores peronistas ante el desafío de Macri para que se hagan cargo de sus propios aumentos salariales docentes.

Deberían tomar nota el presidente y sus equipos que de todo eso habrá más. Lo más caliente de la campaña electoral recién está empezando a mostrar las uñas.