Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Expectativas de afuera y de adentro

La gira del presidente por Asia le ha permitido al Gobierno un respiro que suelen procurarse todos los presidentes cuando dejan por algunos días la realidad interna para sumergirse en encuentros con otros mandatarios, que por lo general los reciben con los brazos abiertos y los llenan de elogios. Antes y ahora, casi no hay puntos bajos en el recuento mientras las reuniones se han desenvuelto en medio de promesas de llegadas de millones de dólares de inversiones que vendrían a salvarnos de una situación social y económica complicada, de incierta resolución al menos en el corto y mediano plazo. Esta vez no ha sido la excepción.

El presidente se trae de regreso promesas de inversiones de Emiratos Árabes, China y Japón, que entusiasman hasta la exageración a más de un funcionario encargado de resaltar lo bueno y disimular lo no tan bueno de la administración. La realidad es que ese tipo de anuncios o acuerdos firmados funcionan en la coyuntura, pero la experiencia demuestra que, en muchos casos, pueden quedar en promesas o en proyectos mucho menos relevantes que los que se anuncian con bombos y platillos, tal como ocurrió esta semana.

Un punto a favor, de todos modos, que dejaría la incursión asiática de Macri es que tanto jefes de Estado como empresarios y potenciales inversiones ven un cambio de clima y una promisoria posibilidad de mover sus capitales hacia estas tierras, amparados -no se sabe si del todo convencidos ellos mismos- en las promesas argentinas de la llegada, por fin, del tiempo del respeto a los acuerdos firmados, de las reglas de juego claras y de la tan famosa previsibilidad.

Hay en ese tránsito algunas rutas como para que el Gobierno se entusiasme, como los acuerdos para construir dos nuevas centrales nucleares, la reactivación del sistema ferroviario de cargas y, desde los petrodólares árabes, las buenas intenciones de invertir en yacimientos como el de Vaca Muerta.

Macri hubiese querido traerse la frutilla del postre que es el anuncio de la reanudación de las represas Kirchner y Cépernic en Santa Cruz que se construirán con capitales chinos. Pero no quedó claro, y nadie en la comitiva o en la Casa Rosada abundó en detalles, por que el gobierno de Xi Jinping prefirió guardar el anuncio para mejor oportunidad.

En otros tiempos la gravísima crisis institucional que vive Brasil hubiese servido como ha ocurrido tantas veces para disimular los desaguisados internos de una economía que persiste en demorar su arranque pese a los anuncios del Gobierno. O acechanzas como los nuevos problemas en los que parecería estar metido el titular de la AFI, Gustavo Arribas. Pero esta vez el problema del socio mayor del Mercosur le llevó más tiempo que el deseado a Macri durante su gira asiática. No es para menos.

Todos los analistas y consultores, además de funcionarios del propio Gobierno, coinciden en afirmar que la Argentina sufrirá en carne propia un eventual desbarranque de la economía brasileña como consecuencia de la crisis institucional. Que, para más datos, había comenzado a dar signos de reactivación antes de las denuncias que pesan sobre Michel Temer y tornan más que incierto su futuro presidencial. La industria automotriz, y otros rubros como los autopartistas, calzado, textiles y los alimentarias, se verían perjudicadas si ese supuesto se confirma en la realidad, lo que en definitiva demoraría todavía más la tan pregonada reactivación local.

En el Gobierno igual sacan pecho y ratifican que la obra pública en marcha y por venir será el motor que moverá la campaña hacia las legislativas de octubre. "Hoy no hay un ciudadano que no tenga cerca suyo o en su zona una maquina trabajando", se entusiasma Rogelio Frigerio.

Ni la prometedora gira por Asia o los eventuales remezones locales del Lava Jato brasileño impiden que en el Gobierno se deje de mirar el costado político de la gestión, que hoy está casi exclusivamente emparentado con la campaña electoral. Una elección, dicho sea de paso, que en la mayoría de los despachos y con cada vez más encuestas en la mano aseguran que el oficialismo seguramente ganará.

En especial, sostienen esos análisis, porque lo que hay en frente les daría para entusiasmarse: un peronismo encabezado por Cristina, que cosecha un muy alto nivel de rechazo en encuestas de imagen aunque conserva un piso electoral expectable en el conurbano bonaerense. Sólo allí, es menester aclarar. O por la otra banda, y sin ella en carrera, un peronismo disperso que no sabe todavía a qué jugar y detrás de quién encolumnarse.

Macri ha dicho desde China que espera que la doctora "haga lo que a ella la haga feliz". No es lo que se escucha en los laboratorios del poder. Allí ruegan para que la abogada exitosa compita, porque consagraría la polarización tan buscada y con tanto empeño empujada a partir del latiguillo según el cual la sociedad puede estar enojada porque las bonanzas tardan en llegar, pero de ningún modo quiere una vuelta al populismo autoritario del pasado.

Como lo de las millonarias promesas de inversiones asiáticas, en este caso también habrá que verlo sobre el terreno...