Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Un Gobierno con otra mirada

Un Gobierno con otra mirada. Crónicas de la república La Nueva. Bahía Blanca

Hay gestos. Uno de ellos, mundano pero no tanto. “Tómense el finde largo, se lo han ganado”, le dijo Macri a Peña, y el Jefe de Gabinete transmitió la dispensa hacia abajo, mientras él mismo preparaba las valijas para instalase en la cabaña de su amigo Nicolás Caputo, en Villa La Angostura. Primera conclusión: “Mauricio está tranquilo, sabe que dimos un gran paso y que lo que viene será mejor, que ahora hay que reforzar el trabajo para octubre, por eso nos recomendó un descanso antes de seguir”. Palabra de un secretario de Estado antes de partir hacia una playa brasileña.

Hay señales. Como las que entregan en despachos políticos, donde reconocían apenas un puñado de horas después de las PASO, más allá del empate técnico en Buenos Aires, que el oficialismo minimiza casi deliberadamente aun en el caso de que el conteo final se incline para el lado de Cristina. La coalición que encabeza Macri, dicen lo que salta a la vista, recibió un espaldarazo nacional hasta impensado por muchos en el propio gobierno en los días previos a las internas.

Repiquetean sobre dos de esos gestos y señales bien diferenciados pero que son conducentes: por un lado la picardía del macrismo en el Consejo de la Magistratura para desplazar al camarista ultrakirchnerista Eduardo Freiler y mandarlo a juicio político.

Es cierto que Macri -que condujo personalmente desde Olivos la operación- le hizo probar a Cristina y al kirchnerismo de su propia medicina como dirían en las películas del Far West. Aunque no fueron balas sino mañas de la vieja política que el ingeniero dice haber venido a combatir. Fue una trapisonda por donde se la mire, pero solo importó el resultado que aplacó la obsesión del presidente por echar a Freiler.

De ningún modo la jugada debe desligarse del resultado electoral del domingo pasado. Muy por el contrario, busca mostrar desde el gobierno que fue una jugada de poder, del nuevo poder diríase, del presidente. Ese poder que le cae en las manos luego de algunos hitos. A saber: demostrar que hasta un semidesconocido como Bullrich le puede dar pelea a la otrora poderosa e invencible Cristina; destronar feudos históricos como el de los Rodríguez Saá en San Luis o Carlos Verna en La Pampa; o propinarle una derrota contundente a Schiaretti en Córdoba que lo deja malherido de cara a sus aspiraciones, que son también las del salteño Urtubey, de liderar la renovación peronista en busca de los primeros tanteos para la candidatura presidencial del PJ tradicional en 2019.

La segunda jugada, siempre en la misma dirección de hacer pata ancha con el nuevo poder acumulado, y de paso enviarle una señal a los que dudan que en octubre la impronta seguirá siendo “Ella o nosotros”, fue anunciar el aumento a los jubilados tres días después de las PASO. Y en un porcentaje que fue recalculado por orden del propio Macri que del diez y pico por ciento inicial termino en casi el 13 y medio %.

¿Cuál es el mensaje? Una masa de $ 51 mil millones que irán a los bolsillos de jubilados, pensionados, beneficiarios de asignaciones familiares, de AUH y otros planes, varios miles de los cuales viven en la casi mítica Tercera Sección Electoral, allí donde después del domingo parece que es el único terreno fértil para que la expresidenta intente lo que muchos descreen, que es mejorar en octubre su magro 34 % de agosto. Una montaña de plata que suma $ 141 mil millones si se agregan los que ya se volcaron con la anterior suba por movilidad en abril pasado y los acuerdo salariales pactados por encima de la marca de la inflación. “Le estanos poniendo más plata en el bolsillo a la gente, y eso cura cualquier lesión”, razonaba un ministro.

Más señales sobre las que machaca por estas horas el macrismo: Macri ya no camina sólo en busca de gobernabilidad para terminar lo mas acomodado posible su primer mandato. Ahora todos a su lado, y él mismo, miran como una realidad palpable la idea de una reelección en 2019. Tal vez se hayan pasado de rosca en anunciar que se vienen los mejores 20 años para la Argentina. Los buenos deseos no se le niegan a nadie. En especial en un país llamado Argentina donde ya se sabe en qué quedaron sueños como el Tercer Movimiento Histórico, la re-reelección de Menem o el intento de una Cristina eterna. Pero no es poco esta nueva mirada si se recuerdan aquellas módicas aspiraciones previas al 13 de agosto.

El Gobierno y el presidente tienen además donde sostenerse. Lo dicen ellos mismos: la buena recepción de los mercados el mismo lunes post elección aquí y en Wall Street, y el sonado apoyo que trajo para la gestión de Macri y su política económica el vicepresidente norteamericano Mike Pence, con mensaje telefónico incluido de felicitación de Donald Trump poco antes de la reunión en Olivos.

Macri le escamoteó a Pence una respuesta puntual: si después del espaldarazo del domingo, de un octubre que se presenta más que promisorio, de la casi certeza que Cristina no sacará un voto más y que desaparece el terror de inversores a su regreso, y que ahora el gobierno puede plantearse un horizonte de ocho años, vendrán las reformas estructurales (ajuste) que se necesitan para consolidar la confianza externa.

El presidente, dicen a su lado “se enamoró” del gradualismo...