Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Una batalla que recién comienza

Se supo que el ministro "Toto" Caputo y el número uno del BCRA, Federico Sturzenegger, habían rechazado gravar la renta financiera.

La que se ha iniciado tras el discurso del presidente del lunes en el Centro Cultural Kirchner deja la impresión de ser una batalla que recién comienza. Que queda lejísimo de ser la base de un país nuevo, más allá de las legítimas buenas intenciones. , sin gastos estatales elefantiásicos y con mayor equidad para todos, en especial para los que todavía sufren. Y que hasta podría depararle al gobierno en el arranque algún sinsabor no deseado aunque de seguro calculado por los estrategas. Que provendrán no solo de los tradicionales factores de poder a los que parece que afectará el paquete de medidas anunciadas, empezando por las economías regionales (vinos, azúcar, etc.) o los sindicatos, que van a rechazar la reforma laboral así como está planteada. También el sector que podría verse perjudicados por los impuestos a la renta financiera. De hecho, en este punto se conoce que hubo reparos dentro mismo del gobierno, no ya del más amplio colectivo de Cambiemos. Puntualmente el ministro “Toto” Caputo y el banquero Sturzenegger patalearon delante de Nicolás ante el temor de que se pueda producir una fuga de divisas hacia el dólar. Aunque el laudo del presidente Macri, previo paso de todos ellos por el despacho de Marcos Peña, dejó las cosas casi como estaban anunciadas.

Ni qué decir de la controvertida reforma al sistema previsional, que encierra la idea madre según la cual los jubilados, en líneas generales y según el proyecto que pondrá a debatir el gobierno en una comisión de expertos, en el futuro van a cobrar menos porcentajes de aumento de los que cobran ahora. Pero claro, no cada seis meses sino cada trimestre. Del mismo modo podría generar algún rechazo interno no calculado, pese a que hay quienes defienden al presidente y a su decisión al parecer puesta sin disimulos sobre la escena nacional de hacer valer el rotundo espaldarazo que recibió en las urnas el 22 de octubre. Es el caso del gobernador mendocino Alfredo Cornejo, que se trenzó duro con Dujovne apenas conocido el paquete que le impone tributos a la industria vitivinícola. Una queja que el hombre de Cambiemos comparte con su par peronista Sergio Uñac. Los dos hacen causa común aunque por otra vía y por el impuesto al bioetanol con el tucumano Manzur, que en el ministerio del Interior contaban que era uno de los gobernadores proclives a un acercamiento dialoguista al estilo Urtubey para acompañar esta etapa de profundos cambios en la economía y en la política.

Hay una señal que Macri les tiró a todos ellos durante su discurso en el CCK que algunos todavía parecieron no decodificar. En verdad fueron dos. Una cuando dijo sin mirar a nadie en particular que todos tienen que ceder algo para sacar el país adelante y proceder a su refundación. La otra cuando repitió una y otra vez a lo largo de sus varios discursos de esta semana: es ahora o nunca.

En el gobierno reparten sensaciones. Optimismo mezclado con rasgos de euforia, en especial por el costado político que supone en una misma semana la renuncia de la Procuradora Gils Carbó, largamente anhelada por Macri, y la detención con cárcel en Ezeiza incluida de Amado Boudou, quien no se merecía el show mediático oficial en su piso de Puerto Madero. Un vértigo de jueces obsesionados por limpiar su pasado de barrer bajo la alfombra que no se sabe dónde terminará, aunque es posible imaginarlo. Y algún desconcierto por la rápida reacción de los sectores que se verán involucrados, y eventualmente perjudicados, por las reformas anunciadas. “Empezamos mal si antes de sentarse a la mesa a discutir las pequeñas diferencias que nos pueden separar ya hay sectores que se quejan y privilegian sus viejos intereses sectoriales”, dijo Peña en una reunión de mesa chica luego de escuchar los primeros reclamos de la CGT, de algunos sectores empresarios, del peronismo parlamentario y del cristinismo. Aunque en este caso no es más que una constatación: Nada de lo que haga Macri o el gobierno será aceptado nunca por la doctora y sus fieles seguidores.

La batalla que se avecina entre el gobierno y su plan de reformas y los factores de poder, o no, si hablamos de jubilados o trabajadores de las economías regionales apuntadas, debería tener un correlato de parte del propio Estado que ahora impulsa este cambio copernicano. Y tiene que ver con la decisión de achicar el gasto público, tanto el nacional como los provinciales, en especial por la superpoblación de agentes estatales absolutamente improductivos, miles de los cuales ingresaron a partir del 10 de diciembre de 2015 de la mano del gobierno de Cambiemos. Cabe preguntarse si a la par de la presión hacia el sector privado, o los sindicatos y las economías regionales, el gobierno atacará en serio esas verdaderas “capas geológicas” que se enquistan en el empleo público a medida que pasan los gobierno de turno, de las que alguna vez alertó sin éxito el fallecido radical Eduardo Angeloz.

Altas voces del oficialismo insisten en señalar que en el fondo todo se trata de poner en orden el desmadre que recibieron de Cristina, y que recién ahora, después de dos arduos años, se puede empezar a mirar hacia el objetivo de empezar a crecer y moldear el tan inalcanzable anhelo de erradicar la pobreza mediante empleo genuino. Está por verse si “Súper Macri”, como lo han bautizado en la Casa Rosada desde el pasado lunes, puede lograrlo.