Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Suriqui, el milenario pueblo boliviano a orillas del Titicaca

Está a la vera del lago navegable más alto del mundo. Allí se construyen balsas y barcos de totora. Su nombre en aymara significa “lugar donde duermen los ñandús”.
Suriqui, el milenario pueblo boliviano a orillas del Titicaca. Turismo. La Nueva. Bahía Blanca

Corina Canale

corinacanale@yahoo.com.ar

El explorador y biólogo marino noruego Thor Heyerdahl llegó a Suriqui en 1971, una invitación de la Dirección de Antropología de Bolivia, para homenajearlo porque a través suyo el mundo conoció ese pequeño pueblo.

El noruego había emprendido en 1947 la expedición Kon-Tiki, con seis hombres, concretando una travesía por el Pacífico de 101 días, que comenzó en Perú y finalizó en el archipiélago Taumoto, en la Polinesia Francesa.

Ese viaje demostró que los hombres prehistóricos podrían haber hecho esas expediciones, porque las balsas de totoras del Titicaca ya se conocían en el año 1200 a.C.

Para su próxima expedición, el explorador convocó a cuatro aymaras a Marruecos: el “gran maestro” Paulino

Esteban – a quien Thor llamaba “mi compañero andino”-- su hermano Fermín y dos artesanos de la familia Limache, quienes construyeron con totoras la balsa RA II.

En ella partieron en mayo de 1970 desde Marruecos y en 57 días llegaron por el Atlántico a la isla Barbados.

El nombre de la balsa es en honor a RA, el antiguo Dios Solar de los Incas, ahora Viracocha. Había confirmado otra de sus teorías: tal vez los antiguos egipcios llegaron a América y navegaron por el lago sagrado que emerge a los 3.900 metros sobre el mar.

La técnica de Paulino consiste en cortar los tallos de las totoras, secarlos al sol y atarlos con sogas de junco, aunque ahora usan cordeles sintéticos.

También recordó, poco antes de su muerte, que cuando el altiplano era de los aymaras, antes de la llegada de los conquistadores, las balsas de pesca se hacían de 5 metros, y las de pasajeros de 7.

Thor, que lleva el nombre del Dios del Trueno en la mitología nórdica, escribió un libro con sus experiencias, que también se plasmaron en la película Kon-Tiki, que ganó un Oscar como mejor documental en 1951.

Suriqui, cercano a Huatajata, es un territorio dividido por un curso de agua del Titicaca menor, el menos navegado. Las balsas cruzan hasta San Pedro, en la otra orilla, distante dos horas de Copacabana.

En Huatajata, el gran centro cultural del lago, está el Museo Titi, y en él la historia de la náutica milenaria de los andinos. El museo se inspiró en la Expedición Titi, que en 1993 circunnavegó el lago en una balsa de totoras.

De esa expedición, ideada y dirigida por Máximo y Erik Catari, se conservan partes originales de la balsa, la máscara de felino de la proa, las velas y otros objetos.

También se exhiben manuscritos de las expediciones, y los guías transmiten el pensamiento del hombre andino sobre el cosmos, inspirado en la naturaleza.

Actualmente muchos turistas nacionales y extranjeros visitan Suriqui para ver, en el patio del museo, cómo se hacen las balsas de totora, tarea a cargo Máximo Catari.

Los numerosos visitantes aprecian los trabajos de las campesinas, como aguayos multicolores, ponchos, mantas, chalinas, gorros, fajas y una gran variedad de cuadros tejidos.

El deporte favorito de los hombres es el fútbol, que ahora practican con pelotas de cuero y de goma; en el pasado usaban un objeto redondo hecho con vejigas de chancho y oveja, y más tarde con un cosido de trapo.

Las creencias religiosas que reconocen son “el mundo de arriba”; “la tierra donde vivimos”; “el mundo de adentro o de abajo” y el poder del Dios de las Aguas.

Y como es habitual en los pueblos de los Andes, en la gente prevalece la mezcla de creencias aymaras precoloniales, como los cerros más altos y la Pachama, entre otros, que conviven con preceptos de la fe cristiana.

En los viejos tiempos no practicaban ninguna religión; solo rendían culto al “Tata Inti”, el sol, y especialmente a “Phaxsi”, la luna, porque creían ser descendientes de ella y pensaban que el sol era el dios de los blancos. Para ellos la luna regia las actividades agrícolas y las cosechas.