Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Amado Boudou, sin pena ni gloria

Se dice, con razón, que una justicia lenta no es justicia. Con mucha más razón se puede aseverar que una persona que termina sin ser juzgada simplemente porque la justicia se tomó tanto tiempo en resolver la cuestión que la causa prescribe, es todavía menos justicia.

Es lo ocurrido en los últimos días con la causa en la cual se buscaba juzgar a Amado Boudou, exvicepresidente de la Nación, acusado de haber falsificado documentación en la transferencia de un automóvil de su propiedad, trámite realizado en 2003, diez años después de haberlo adquirido.

Ocho años le llevó a la Justicia dictar una sentencia, donde el hecho a investigar era la posible falsificación de los papeles de un auto.

De acuerdo con las acusaciones, en la tramitación había una firma apócrifa, un número de motor adulterado, un domicilio inexistente, acreditado por Boudou, y también una página falsa de un documento de identidad.

En todo ese tiempo -un niño que estaba en 5º grado del primario empezó la universidad-, la justicia no determinó cuánto de cierto había en la denuncia, cuánto de falso. Boudou no es culpable pero tampoco inocente. La causa (no) se resolvió por el simple y continuo paso del tiempo.

Es cierto es que lo sucedido con Boudou no extraña. Los analistas señalan que hoy la duración promedio de la instrucción de una causa de corrupción supera los 7 años. Una etapa que conforma la mitad del proceso, la primera parte, cuando el juez investiga y reúne pruebas para resolver si la denuncia se lleva a juicio.

Los motivos de las demoras son varias. La política, excusas, manejos de los abogados, apelaciones, pedidos de prueba. Expedientes con miles de folios van y vienen de escritorio en escritorio, se demoran, se guardan, quedan quietos por años. La prescripción, que busca ser un límite al Estado, un tiempo para perseguir los delitos, termine por ser una salida para los sospechados.

Boudou logró evitar los posibles tres años de prisión en suspenso y la sociedad nunca sabrá si actuó como dicen que actuó. Y no es un hecho menor. Porque se trata de quien ejerció la vicepresidencia de la Nación, elegido (a dedo) por la propia presidenta.

Hubiera sido sano para la sociedad y el sistema saber cuánto de verdad y cuánto de mentira tenía la historia.