Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Precios, INCAA, Micaela y docentes

Escribe Hugo Grimaldi

Es casi una marca registrada. Cuando las inseguridades terminan con los procesos que trabajosamente elaboró, el macrismo gobernante mete un elefante en el bazar y adiós cristalería: no prevé las consecuencias, gestiona mal las crisis y comunica peor. La chapucería en su máxima expresión.

Así, perdiendo habitualmente la iniciativa del discurso, ha logrado que en muchas cuestiones los victimarios se transformen en víctimas y en otros casos más, ha sabido dejar la mesa convenientemente servida para que las inevitables críticas (y hasta algunas operaciones de prensa) diluyan lo tan trabajosamente conseguido.

La mejor imagen del Presidente, el aura de María Eugenia Vidal tras haber doblegado la resistencia de los maestros a volver a dar clases y el compromiso del jefe del BCRA, Federico Sturzenegger, con la baja de la inflación, pueden dar fe en sus desdibujamientos del cambio de los vientos en apenas una semana. Y, lo peor, sin vocación de parte del Gobierno de torcer luego lo que le echan a correr.

Puntualmente, esto le sucedió a Cambiemos con el apaleo a los docentes, con la destitución del titular del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), Alejandro Cacetta, con la suba de las tasas de interés y hasta con la vejación que sufrió un periodista en las puertas del ministerio de Energía, que derivó en la renuncia de un secretario del equipo de Juan José Aranguren.

A la hora de comparar desaguisados en una balanza de dos platos, el Gobierno ha tenido la suerte en estos días que los manoseos se han replicado también del lado opositor, más específicamente desde el costado kirchnerista. El vergonzoso uso político y de adoctrinamiento de la “escuela itinerante”, la aparición regimentada de opinadores dedicados a promocionar el advenimiento de una “guerra civil” y la deleznable actitud de hacer un acto partidario en medio del sepelio de Micaela García le cayeron como anillo al dedo al oficialismo porque compensaron sus torpezas.

Yeso, sin considerar las debilidades propias de los Kirchner, con procesos que se acumulan en la Justicia y que van dejando a la vista de todos negocios hechos a la sombra del poder, las largas parrafadas de Cristina en las redes sociales o la desastrosa administración de la provincia de Santa Cruz.

Lo concreto es que ambas partes de la polarización se han comportado como si fuesen los dos únicos habitantes a cada lado de la grieta y se endilgan mutuamente su profundización.

Desde las inscripciones de las remeras que se venden en la denigrante feria en que han convertido a la sucesora de la Carpa Blanca en el Congreso, hasta el pedido de mano férrea del Gobierno contra todo lo que huela a kirchnerismo.

En este aspecto, por tener la responsabilidad de gobernar, antes que poner algún granito de arena para profundizar las divisiones, los hombres del Presidente deberían avanzar en diálogos con la oposición responsable hacia temas de fondo que aseguren que este año no será perdido, sobre todo porque se han sacado de encima a la CGT al menos hasta octubre, o se la verán en tenidas sectoriales.

El resultado de las legislativas de octubre es tomado en la Casa Rosada como un test fundamental para saber si Cambiemos podrá avanzar en las reformas que aún tiene pendientes y, por eso, la campaña ya hace bastante que está en marcha. Hay consenso entre los analistas que una cosa serán los dos últimos años de Mauricio Macri si gana la elección, aunque en cantidad de bancas no parece que pudiere haber cambios espectaculares, que si queda atrás aunque sea por un voto especialmente en la provincia de Buenos Aires, más allá de que la actitud de los inversores ya no será la misma en prevención al retorno de algún tipo de populismo en 2019.

Lo cierto es que, atribulado por la encrucijada, el Gobierno se la pasa de enamoramiento en enamoramiento, deshojando la margarita entre la política y la economía, para ver si es mejor encarar las elecciones avalando esa mayor dureza que le piden muchos para confrontar con el kirchnerismo o esperando el efecto benéfico de los “brotes verdes” que, ciertamente, tardan demasiado en aparecer.

Justamente, lo que demora en encauzarse esta última cuestión ha puesto al Gobierno todo, durante la semana que pasó, al borde de un ataque de nervios. La cuestión no es sencilla, ya que, más que divergencias internas de ejecución de la política económica, quedó expuesta una de las debilidades de diseño, como es la falta de un programa que coordine lo fiscal, la política de ingresos, las tarifas y el financiamiento con las variables que maneja el BCRA, es decir la expansión monetaria, lo cambiario y las tasas de interés como represora de la inflación.

En este último tema tan delicado para el bolsillo, el INDEC registró para el tercer mes de año un aumento general de precios de 2,4 por ciento y para el trimestre una suba de 6,3 por ciento, frente a una pauta de 17 por ciento para todo el año por lo que, para cumplirla, se necesitaría en el resto de 2017 un nivel promedio apenas superior al 1 por ciento mensual.