Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Muerte de Viviana Aguilera: un crimen impune y una trama oscura

El asesinato ocurrido en 1997 tuvo diversas connotaciones, pero ningún condenado.
Fotos: Archivo LN.

   Enmarcado en las oscuras aristas que suelen circunscribir al ámbito de la prostitución, en las primeras horas del viernes 17 de octubre de 1997, en una pendiente de un improvisado basural ubicado en el camino viejo a Puerto Galván, descubrieron el cuerpo sin vida de una joven que un año antes había denunciado apremios ilegales por parte de la policía.

   La víctima resultó ser Viviana Roxana Aguilera (26 años), quien vivía en un departamento interno de Italia 55 (inmueble derrumbado poco después del hecho), junto a su concubino, Claudio Oscar “El Araña” Lapizondo.

   En el momento del hallazgo, el comisario Víctor Hugo Gelabert, por entonces titular de la seccional Tercera, de Ingeniero White, informó que la mujer "presentaba signos de estrangulamiento con una cuerda" y precisó que se hallaba semidesnuda.

   Según la pericia autopsial, Aguilera habría muerto entre 6 y 9 horas antes de ser encontrada. También se estableció que fue ultimada en otro lugar y trasladaron el cuerpo hacia ese sitio.

   Originariamente, Lapizondo estuvo imputado del hecho y fue detenido junto a su amigo, Pedro Edgardo Dálbora (39), sindicado como presunto partícipe.

   El entonces juez en lo Criminal y Correccional Nº 6, Enrique José Montironi, procesó a los dos, pero la Cámara de Apelación revocó la medida y los dejó en libertad.

   Casi un mes después, y fundamentalmente ante los testimonios incriminatorios de Juan Carlos Beltrán y de la alternadora Gabriela Emilce Aletti (22) -quien terminó recibiendo una condena de tres años de prision de ejecución condicional por falso testimonio agravado, ya que en la causa dio no menos de cuatro versiones diferentes-, el juez Montironi volvió a encarcelar a Lapizondo -quien estuvo preso durante 585 días en la Unidad Penitenciaria Nº 4, de Villa Floresta-, endilgándole la muerte de su mujer.

   Dálbora siguió libre, pues sólo se lo acusó de encubrimiento.

   Haciendo la salvedad por el tiempo transcurrido, el actual fiscal general adjunto Julián Martínez Sebastián recordó que “ellos (en referencia a Dálbora y Lapizondo) siempre negaron su participación en el crimen. Es más, Lapizondo ni siquiera reconocía que vivía del trabajo de ella. Sostenía que ella hacía su vida”.

   Martínez Sebastián fue quien, posteriormente, asumió la parte acusatoria en la imputación de facilitación de la prostitución que le fuera formulada a Lapizondo.

   “Hace mucho tiempo, pero recuerdo que si bien yo no intervenía en la causa del homicidio tuve que hacerlo, supongo porque alguien estaría de vacaciones o algo así. Tengo el recuerdo de haber estado en una audiencia que Montironi le tomó a una chica que, creo, se dedicaba a lo mismo que la víctima”, recordó Martínez Sebastián.

   Al mencionársele el apellido Aletti, el fiscal lo asoció indubitablemente con la testigo.

   “Al momento de la audiencia la chica estaba en el norte y personal de la DDI la había traído. Cuando ocurrió el hecho, ella vivía en uno de los departamentos (de Italia 55) e hizo comentarios sobre la vida de los involucrados y comentó que esa noche habían estado cenando los tres (por Aguilera, Dálbora y Lapizondo). Dijo que escuchó ruidos e hizo una descripción más que nada sobre una sensación auditiva más que óptica, porque declaro que escuchó como si dos personas arrastraban un bulto, además de hacer un descripción física de ellas y coincidentes con las de los imputados”, recordó.

Sin pruebas

   Casi dos años permaneció preso el compañero de la víctima hasta que el 24 de junio de 1999, en el juicio oral, el fiscal Emilio José Marra declinó acusar a Lapizondo y a Dálbora, al entender que no había pruebas para condenarlos.

   La razón fue que los elementos que comprometían a los procesados se escurrieron como agua entre los dedos.

   Aletti, testigo determinante para que Lapizondo haya esperado el debate en prisión, compareció en la audiencia, pero aseguró que no podía recordar nada, luego de haber sindicado en primer momento a “El Araña” como autor del crimen.

   Beltrán, por su parte, no se presentó a la audiencia.

   "Si hubieran venido los testigos que en su momento tuvo el juez Montironi y me hubieran convencido a mí y al tribunal de la participación de Lapizondo, yo no hubiera dudado en acusarlo", dijo en ese momento el fiscal Marra.

   Todo ello significó la absolución de ambos y la vuelta de la investigación a foja cero.