Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Joya de Cerén es la “Pompeya de América” oculta en El Salvador

Es uno de los sitios arqueológicos más fascinantes del mundo. Una milenaria aldea maya cubierta por lava y cenizas que aún se resiste a mostrarse.
Joya de Cerén es la “Pompeya de América” oculta en El Salvador. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

Por Corina Canale / corinacanale@yahoo.com.ar

Aquella mañana de 1976 un trabajador de la hacienda Cerén, que nivelaba el terreno para hacer un silo, sintió que su máquina no avanzaba. Se lo impedía lo que parecían ser los techos de paja de una construcción.

Los hacendados informaron del hallazgo al Museo de Antropología Guzmán, de la ciudad de San Salvador, pero tal vez con cierta premura, la hacienda por continuar el trabajo, y el museo por falta de presupuesto, se siguió nivelando el terreno y se destruyeron unos doce recintos.

Habían encontrado nada menos que las ruinas de una aldea maya, que hace 1.400 años derrochaba esplendores a orillas del río Sucio.

Este hallazgo, de los más importantes de Mesoamérica, fue una revolución para los estudiosos de los mayas, ya que su vida cotidiana se había congelado dentro de una burbuja. Era un valioso testimonio de aquel tiempo.

Los arqueólogos que trabajaban en el valle de Zapotitán inspeccionaron las construcciones que asomaban de la tierra y también las cerámicas y otros utensilios esparcidos en el lugar. Coincidieron en que nunca habían visto techos de paja en hallazgos antiguos.

Stanley Boggs, un estadounidense que había llegado al país más pequeño de Centroamérica como fotógrafo, realizó pruebas con radiocarbono que arrojaron que era una aldea precolombina del año 600 d.C.

Las excavaciones comenzaron en 1978 pero la guerra civil de El Salvador las interrumpió hasta 1989, cuando se reanudaron para rescatar a la “Pompeya de América”.

Se lo llamó joya por el vocablo del castellano antiguo que así designa a los valles pequeños y fértiles, y Cerén por el nombre de la hacienda donde la milenaria ciudad estuvo oculta bajo una gruesa capa de lava y cenizas.

Los estudios muestran que las grietas detectadas en esa región se originaron en terremotos que precedieron a una gran erupción volcánica, que fue la que cubrió la ciudad y la mantuvo sepultada hasta el día en que la motoniveladora chocó contra sus techos.

Actualmente Joya de Cerén tiene un Museo de Sitio desde 1993, cuando la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad, y es un gran atractivo turístico del país.

La aldea muestra cómo era la vida de esa comunidad, los Nexapa, cómo eran los dormitorios, los jardines y los cultivos, en su mayoría de maíz, y las cocinas donde se encontraron restos de comida en platos de barro.

Las excavaciones muestran también las bodegas y los sitios ceremoniales, donde se realizaban ritos, actos religiosos y los encuentros con los líderes y los chamanes.

Joya de Cerén está cerca de San Andrés, otro gran centro prehispánico del país, que fue un pueblo agrícola del año 900 d.C. y la capital de un señorío maya que dominaba a otros pueblos del valle de Zapotitán.

Ambos pueblos practicaban el trueque; Joya de Cerén aportaba su experiencia en la construcción de edificios y su enorme producción de alimentos y San Andrés, herramientas para el trabajo en los campos, utensilios, pigmentos rojos y sal.

También se sabe que el poderoso San Andrés tenía fuertes vínculos con Teotihuacán, en México, y con Copán, en Honduras, y que comerciaba con Guatemala y Belice.

Hasta ahora se desenterraron 10 edificios y un tamascal, un baño de vapor comunitario, pero la aldea maya aún retacea los tesoros que los arqueólogos siguen buscando.

Debajo de la capa de materiales volcánicos no se hallaron restos humanos, pero sí de ratones y patos, por lo que se supone que la gente pudo escapar de esa lluvia de cenizas y piedras.

Para los vulcanólogos la erupción del Volcán de Loma Caldera, situado a 700 metros de la aldea, llegó en agosto del 600 d.C. con vientos de 200 kilómetros por hora y disparando fragmentos de rocas calientes.