Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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La perfumada isla de los sultanes en las costas de África

En el Archipiélago de Zanzíbar, el 5 de septiembre de 1946, nació Farrokh Bulsara, a quien el mundo conoció como Freddie Mercury, recordado líder de Queen. Especias y el hogar del mono colobo rojo.
La perfumada isla de los sultanes en las costas de África. Turismo. La Nueva. Bahía Blanca

Corina Canale

corinacanale@yahoo.com.ar

La guerra más corta de la historia del mundo fue la que mantuvieron Zanzíbar y Gran Bretaña en 1896: la rendición llegó a los 35minutos de comenzado el bombardeo al Palacio de Gobierno, dos días después de un golpe de estado que no fue.

Lo bueno es que no hubo grandes daños en el palacio que construyó en 1833 el Sultán Barghast.

De allí también partió la expedición africana “Victoria”, que el explorador Julio Verne relató en su libro “Cinco semanas en Globo”.

Y aunque cueste creerlo, Zanzíbar fue el primer lugar de Africa en tener televisión color en 1973, mientras que a Tanzania llegó 20 años después.

Un territorio que reúne la exuberancia de África con la morosidad oriental, y que entre los siglos XVII y XIX fue centro del tráfico de esclavos que regenteaba el poderoso comerciante Tippu Tip, cuando gobernaba el sultán de Omán.

Un tráfico que Gran Bretaña quebró a fines del siglo XX, cuando controlaba al gobernante sultán omaní Hamud.

El traficante se llamaba Hamed bin Mohamed el Marjebi, y su apodo era el sonido del “mosquete”, el arma que usaban los vendedores de esclavos.

El archipiélago está en el Océano Índico y es una región semiautónoma de Tanzania, con dos islas grandes, Zanzíbar y Pemba, y otras islas e islotes en las que se mezclan las costumbres africanas, asiáticas y tribales.

Su economía se sustenta por la industria del turismo y la producción de especias en grandes plantaciones de nuez moscada, canela y pimientos.

Su capital y ciudad principal también se llama Zanzíbar, vocablo persa que significa “Costa de los Negros”, rodeada de montañas y de tierras fértiles para la agricultura en el norte y el oeste. En cambio, en el árido oriente están las barreras de coral y las playas de arena blanca, salpicadas de cocoteros, palmeras, bananos, mangos y pimenteros.

Otra importante ciudad es Stone Town, “Ciudad de Piedra”, asentada sobre una península, que se destaca por sus torres circulares, puertas de madera talladas, majestuosas mezquitas, mercadillos y cabañas de barro.

También están allí el fuerte que levantaron los portugueses en el año 1700, la Casa de las Maravillas, emblemático palacio ceremonial de 1883, donde funciona el Museo de Historia y Cultura, y un edificio de piedras de coral.

En 2000 la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad por ser importante centro de la cultura suajili, etnia de la costa este de África, un pueblo de religión musulmana que tiene unos 90 mil hablantes, muy influenciados por árabes y persas.

Un pueblo respetuoso de sus tradiciones, como el “khanga” que visten las mujeres.

Son dos telas iguales, una de las cuales envuelve la cintura y la otra la cabeza.

Otra tradición es que el marido regale esa vestimenta a su mujer, o a sus mujeres, que vienen con frases que los hombres eligen según el mensaje que desean enviar, ya sea de amor, de reclamos o de súplicas.

Aún hay en la ciudad antiguos clubes británicos, como Casa de África, donde tomar café y whisky, y restaurantes de comidas familiares en las que se fusionan sabores árabes, hindúes y africanos.

Comidas sin sal, sazonadas con cardamomo, clavo y jengibre, y evitando la nuez moscada porque una vieja creencia dice que su aroma embriaga.

Este archipiélago es el único lugar donde habita el mono colobo rojo, una especie en extinción de la que sólo sobreviven unos 1500.

Su cuerpo, de tres colores, tiene una banda negra en brazos y hombros, vientre y patas blancas y cara negra con largos pelos blancos.

Sus labios son rosados y también tiene una marca de ese color en la nariz.

Por su fuerte olor los isleños lo llaman kima punju, en suajili “mono veneno”, y el imaginario colectivo les adjudica una demoníaca influencia sobre los árboles que los alimentan, a los que una vieja creencia dice que llegan a destruir.