Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Saldungaray: pasado y presente se conjugan en un paseo inolvidable

Recorriendo la ruta provincial 51 e ingresando en la rotonda que cruza con la provincial 72, se accede a la localidad luego de transitar 22 km.
El Fortín Pavón concita la atención de quienes se interesan por la historia lugareña.

El tramo de 22 kilómetros para acceder a Saldungaray se realiza sobre una cinta asfáltica impecable, sinuosa, donde se aprecian los paisajes que brindan los cerros.

Por un lado se recortan los cerros de Ventania. El Cerro Tres Picos, el más alto de la Provincia, se divisa aún desde la población.

Asimismo, sobre la derecha, se pueden contemplar los cerros del sistema de Pillahuinco con su exponente más relevante, el cerro Bonete.

Este es un trayecto muy atrayente que anticipa la magnificencia de todas las serranías enmarcadas en un ambiente rural muy especial que tiene como parámetro esencial la naturaleza intacta.

Ya llegando a Saldungaray un gran curvón remata en el puente sobre el Río Sauce Grande, el curso de agua más importante de la comarca.

A pocos metros de cruzar el río, una imponente portada sobre el acceso a la necrópolis exhibe la obra ejecutada por el ingeniero-arquitecto Francisco Salamone.

Se erige una enorme rueda cuyos rayos convergen en el centro al que se le agregó la cabeza de Cristo cuyo significado es la vida y sus distintos caminos hacia la eternidad.

Este es uno de los tantos monumentos que existen en la localidad, símbolos de una época de oro.

Avanzando por la avenida Corrales, hoy totalmente asfaltada, se encuentra la oficina de informes turísticos, a metros de la sala de interpretación de las obras de Salamone y la placita de la salud, diseñada especialmente para todas las edades.

Pocas cuadras más y se llega al paso a nivel del ferrocarril. Girando hacia la avenida Juan B. Gil, bordeando las vías, se divisa la estación, todo un emblema. Allí Rubén García, su jefe, cuida cada detalle manteniendo también un pequeño museo dentro de las instalaciones.

Recorrer sus calles, prolijas y antiguas, es un verdadero placer, pues le otorgan al ejido urbano la posibilidad de imaginar los viejos tiempos desde su fundación hasta nuestros días.

Fortín Pavón

Se trata de un sitio histórico que fuera ocupado por tropas durante el siglo pasado.

Forjaron con su valentía un hito en la vida de lo que fuera luego esta población; un puñado de fortineros que cuidaban a los colonos del ataque de los indígenas. Fue declarado sitio histórico en 1980.

Es amplio y apasionante el relato de su enclave a orillas del río Sauce Grande.

Cementerio

Es una joya arquitectónica que asombra por su tamaño y una de las obras de Francisco Salamone que diseñó y ejecutó en los años 30.

Asimismo, la Iglesia Nuestra Señora del Tránsito es otra de las atracciones. Contempla la imagen de la virgen acostada en su lecho, en el tránsito hacia la inmortalidad. Fue traída desde Francia por su fundador y es una de las cuatro imágenes que se encuentran en el país.

Arquitectura, vinos, quesos y vuelos

Lass obras del arquitecto Francisco Salamone se pueden apreciar en el edificio de la delegación municipal, frente a la Plaza Independencia, cuya ornamentación también le pertenece. El Matadero también es otra de sus obras. Pero más allá de esta impronta, existen otros motivos para visitar Saldungaray, en especial para quienes gustan del buen vino. La bodega y los viñedos permiten visitas guiadas para conocer en profundidad los detalles de esta actividad.

Por otro lado, el Campo Udi es una empresa familiar donde se elaboran distintos quesos. También realizan visitas guiadas. El Aero Club, con sus vuelos de bautismo y sus excursiones, permite conocer desde el cielo la inmensidad de la zona.