Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Su Graciosa Majestad

Escribe Nidia Burstein

En la historia del pensamiento, ya filosófico, político o sociológico, se destaca la tensión entre las ideas referidas a la comunidad versus la sociedad, el pueblo versus los individuos, la religión frente a la laicicidad y la sumisión de los miembros versus la libertad de los ciudadanos.

Tanto la primera sociología como las ideas más conservadoras del siglo XIX alertan sobre la disolución de un orden en el que los miembros de una “comunidad” son considerados parte de un “todo” indivisible, regido por las leyes de la religión y en el que el “lugar” (status) de cada uno no puede ser discutido.

Días atrás, hemos escuchado y visto a la expresidenta explicar que su frente político había perdido las elecciones porque “la gente no había entendido” las bondades de su “modelo económico”.

Para nuestra perplejidad, agregó que, “los jóvenes que ingresaron a trabajar en las fábricas no habían entendido que eso se debió a su modelo” y creyeron que (habían conseguido trabajo) por sus “propios méritos”.

Conceptos tan discriminatorios y despreciativos son propios de quienes adhieren a las teorías integristas más arcaicas y conservadoras que hemos sintetizado. En dichas teorías, los miembros de un colectivo son mónadas que por sí mismas nada significan.

Por el contrario, existen o son, tan sólo en función del todo. La idea de libertad de acción, de elección, expresión y opinión, son consideradas perniciosas para la “salud” de esa comunidad entendida como un “cuerpo humano”, cada uno de cuyos órganos debe moverse en función de la totalidad.

Para nuestra fortuna, las ideas y las acciones humanas hicieron historia luchando por libertades y democracia. De esos empeños surgieron sociedades gobernadas por parlamentos y presidentes y se terminaron las monarquías absolutas … Ya no hubo que rendir pleitesía a Su Graciosa Majestad.

Es así que también en nuestro país, a pesar de crisis y desilusiones, marchas y contramarchas, hemos construido una sociedad democrática en la que cada uno es libre y debe hacerse responsable de sus actos.

La expresidenta nada dijo acerca de los miles de jóvenes que no han completado estudios, nada dijo acerca de los que no trabajan y tampoco dijo una palabra que explicara por qué al fin de su mandato la pobreza llegaba al 30% de la población. Su “modelo económico” no dio respuestas valederas y sustentables y por más que hable en Grecia, tan luego la cuna del pensamiento occidental y de la democracia, los medios de comunicación todo lo difunden. También las palabras que intentan manipular la verdad y escribir una historia de ficción sobre los años de su gobierno y el de Néstor Kirchner.

Dura faena nos ha dejado esta propensión de ciertos políticos a confundir la realidad con sus voliciones.

De aquí en más, como ciudadanos libres, comprometidos con el bienestar general en serio, dispuestos a trabajar para sentar las bases de una economía sustentable y una sociedad más justa, debemos prometer a los jóvenes que haremos lo posible y lo imposible para que accedan a ocupaciones de calidad.

Y siempre habremos de reconocer que serán sus propios méritos, sus propios esfuerzos y sus deseos de crecer y aprender los atributos que los respaldarán.