Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Drácula, por Bahía

Escribe Mario Minervino

Hace 86 años, en mayo de 1931, el cine Grand Splendid -“la sala acústica del cine sonoro”- estrenó el filme Drácula, superproducción de la Universal Pictures, doblada al castellano.

Estaba lleno el Splendid -platea numerada, $ 0,95- para ver en pantalla la historia de vampiros que alcanzó valor de leyenda con el conde Drácula, habitante del sombrío castillo de Transilvania. Lo curioso era que sus protagonistas eran latinos: Lupita Tovar y Pablo Alvarez Rubio.

Respecto al argumento, un abogado -especialista en vampiros- realizó negocios con Drácula y descubrió el accionar de este hombre de 500 años de vida que sobrevivía alimentado con sangre de sus víctimas nocturnas.

El final, el de siempre: sorprendido por el sol, Drácula se apresura a dormir en su cama-ataúd y logran clavarle una estaca de madera en el corazón.

Aquella noche del estreno hubo un elemento adicional.

Ocurrió cuando, minutos antes de la proyección, se presentó en la sala un hombre que dijo ser “enviado por el conde Drácula para asistir al estreno en Bahía Blanca”.

Una carcajada dejó en claro la broma, y el bromista se identificó como Baltasar Fernández Cué, encargado de haber adaptado el film al castellano Los dueños creyeron estar ante un demente, pero el visitante insistió, hasta que alguien lo identificó por haberlo visto actuar en Sombras de gloria.

¿Qué hacía en la ciudad? La noche anterior había atracado en Ingeniero White un vapor procedente de Hollywood, a bordo del cual Fernández se dirigía a la Capital. Supo entonces del estreno de su película y no dudó en asistir. Fue así que, para maravilla de empresarios y espectadores, el hacedor del filme ocupó una butaca del Splendid, para vivir, entre gritos, sangre y ataúdes, una agradable velada bahiense.