Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Vacas y focos

Escribe Mario Minervino

Hace 88 años, en marzo de 1929, este diario daba cuenta de distintos hechos del acontecer bahiense.

La sección se llamaba “Recorriendo la ciudad”, y en ella un avezado cronista, Remu, destacaba situaciones cotidianas del año 29.

El primer caso fue el de una vaca que llegó, plácidamente, hasta la plaza Rivadavia. Remu no narró el hecho así como así, sino que hizo gala de una dosis descriptiva arrasadora. “Rumiando, con la cabeza gacha y balanceante, su ornamenta hirsuta, husmeando pastitos aquí y allá y luego de haber mugido rezongonamente al can compadrito y ladrador, el ejemplar de vacuno llegó hasta la plaza Rivadavia”.

El animal provenía de algún lote, donde “la puerta del establo abierta permitió a nuestra rechoncha vaca gozar de un poco de libertad, sin que la soberanía patronal pudiera ser la contención para que esa libertad no se trastrocara en licencia”.

Lo cierto es que el vacuno llegó hasta la fuente de los Ingleses y allí se deleitó con el pasto de sus canteros, hasta convertirse en la atracción de los paseantes, “que encontraron un motivo disipante de la monotonía del trajín diario”.

Tampoco faltó la dama supersticiosa que auguró que una vaca en el paseo significaba “suerte para el guardián”. La historia terminó con el animal demorado en el corralón municipal.

Por último, cerrando su descripción, Remu señaló el crecimiento edilicio en calle Rodríguez, entre la avenida Alem y el arroyo Napostá, y tomó el reclamo de los vecinos de que se coloque un foco en la esquina de Rodríguez y la avenida Centenario (hoy Urquiza), “que bordea al arroyo y penetra en el parque como un símil del futuro de la avenida Costanera”.

Una vaca en la plaza, un foquito de esquina. Formas de nuestros orígenes, tan reales como el viento de cada día.