Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El pan cooperativo

Escribe Mario Minervino

Hace 88 años, en abril de 1929, los asociados de la Cooperativa Obrera Limitada solicitaron a los directivos de la institución la implantación del anexo almacén, sección que, con el tiempo, se convertiría en la actividad más importante de esa institución.

Reunidos bajo la presidencia de Francisco Loge, en la sede social de España y Santa Fe, los asociados plantearon la importancia de implementar la venta de artículos de primera necesidad, al tiempo que aprobaron la novedad de que esa misma semana habilitaría la sección “facturas” de panadería.

De esta manera, la Cooperativa, creada a fines de 1920 con el objeto de elaborar y expender, por cuenta y para sus asociados, pan y demás artículos similares, se consolidaba cada día más. Aquel primer objetivo había tenido su concreción el 1 de mayo de 1922, con la primera hornada de pan. Esa producción no podía --por ser una sociedad cooperadora y sin fines de lucro comercial-- venderse al público, por lo cual los asociados debían presentar su carnet al momento de efectuar las compras.

Las ventas, por otro lado, “eran al contado, jamás a crédito” y con precio de venta “al por menor” y no al costo, de manera de obtener sobrante, el cual se distribuía en parte entre los socios --de acuerdo con el gasto de cada accionista en sus compras-- y se invertía “en mejoras de utilidad social”.

Al cumplir su primer año de tareas, la panadería consumía 8 bolsas diarias de harina, lo cual significaba un total de 700 kilos de productos, que se llevaban, mediante tres jardineras cubiertas, a las estaciones del ferrocarril para ser entregadas a los socios de la campaña.

La Cooperativa Obrera inauguró, finalmente, su “moderno e higiénico almacén de artículos alimenticios” el 1 de mayo de 1932. Era el comienzo de otra historia, una gran historia que se prolonga hasta nuestros tiempos.