Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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La inseguridad y el sufrimiento de un comerciante bahiense

Sandro Ayanef es quiosquero desde hace 18 años en el barrio Pampa Central y durante ese tiempo sufrió 22 robos. “Voy a tener que seguir, sino de qué voy a vivir”, reconoció.
“Alguna que otra vez me enteré quién era el que me robó”, mencionó Ayanef sobre los episodios que le tocó padecer.

“Voy a tener que seguir, si no de qué voy a vivir. Qué voy a hacer. Y seguir atendiendo a la gente, sin medirlos por la cara”.

Impotencia y resignación son los sentimientos que desnudan las palabras de un quiosquero del barrio Pampa Central que a lo largo de 18 años ha sufrido veintidós robos.

Sandro Ayanef (56) es propietario de un local ubicado en Mendoza 1822, aunque anteriormente tuvo su negocio a pocos metros de allí, en la intersección de esa calle y Pampa Central.

Durante todo ese tiempo las modalidades delictivas fueron múltiples y nada asegura que la historia no mantenga abierto el final.

De todas maneras, es consciente que sólo puede seguir trabajando y dejar de lado los prejuicios.

El último hecho ocurrió el lunes pasado, cuando un chico ingresó al lugar apuntándole con un revólver y le sustrajo dinero que tenía reservado para pagarle a proveedores.

“Sucedió a las ocho y media de la mañana, una hora después de haber abierto. Yo estaba solo y entró un pibito que no tendría más de catorce o quince años. Un fideíto así”, graficó Sandro haciendo sobresalir el dedo índice de la mano derecha, asegurando que “sí, estaba armado con un 38”.

Admitió que debido a su enorme y desgraciada experiencia en estas situaciones prefirió no reaccionar.

“Tenía unas ganas de pegarle una piña; pero, ¿si me pega un tiro...? Si hubiera tenido alguna oportunidad... Entró normal y no me imaginé que venía a robarme. Enseguida me pidió la plata. No llegaba a cuatro (mil pesos), pero eran más de tres. Los tenía para los proveedores, fundamentalmente para comprar cigarrillos”.

Explicó que ahora tiene el comercio en su propia casa y que es el primer robo que padece en el lugar.

“Acá me inauguraron. Esta fue la primera vez. Es que hace cinco meses que estoy aquí, que es donde vivo. Antes, y desde hace dieciocho años, tenía el mismo negocio en la esquina y allí me robaron veintiún veces”.

La lista es tan desconsideradamente larga que contiene hechos con diferentes características.

“Fueron robos de todo tipo. Hubo con armas, o de reventar la puerta durante la noche. Con armas fueron cuatro o cinco robos. En ese tiempo yo estaba casado y por entonces vivía mi madre, y nos robaron estando ellas”.

Milagrosamente, a pesar de la gran cantidad de veces que resultó damnificado, Sandro ha salido ilesos físicamente de todos esos episodios.

“Nunca me golpearon; por suerte, en ese sentido, nunca tuve algún tipo de agresión”.

Del mismo modo, describió que “allá (haciendo referencia al quiosco que tuvo en Mendoza y Pampa Central), dos o tres veces fueron dos los que entraron a robar. Nunca más de esa cantidad”.

Sandro se crió en el barrio y asegura que “está como en todos lados”, al referirse a la inseguridad en el sector.

“Alguna que otra vez me enteré quién era el que me robó, sobre todo cuando me `reventaron´ el quiosco, que fueron cuatro o cinco veces. Algún conocido me vino a decir que fue tal. En ese caso, ése, no vivía por acá, pero algún malandra le dio el dato; pero cómo lo comprobás...”.

A esta altura parece acostumbrado a sufrir este tipo de situaciones.

“Han sido tantos y en tantos años que no recuerdo el robo de mayor monto, pero siempre se han llevado plata y cigarrillos. Y el tema de los cigarrillos no es poco por el precio que tienen”, consideró.

También recuerda que en una oportunidad él no resultó ser el peor damnificado de un robo.

“Una vez, pobre, le robaron más a un cliente que a mí. Entró justo cuando me estaban robando. Abrió la puerta y lo metieron; le sacaron el celular y los seis mil pesos que tenía en un bolsillo, que había cobrado por el laburo en una obra. Además también le apuntaron...”.

Recuerda que “hace muchos tuve una verdulería durante siete años. Eso fue acá en el barrio y en otro lugar. Y en aquel tiempo nunca me robaron. Luego de eso estuve trabajando en otra cosa y desde hace dieciocho años que tengo quiosco”.

Ayanef, como una importante cantidad de damnificados, decidió no radicar la denuncia por lo sucedido la última vez, actitud que adoptó en otras oportunidades.

“Esta vez no hice la denuncia, como tampoco en otros muchos casos. A la policía le dije que si lo encuentran con la plata voy a hacer la denuncia. De lo contrario, ¿para qué? Además, tiene catorce o quince años y todos sabemos que ha esa edad entran y salen”, finalizó.