Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El papa celebró la misa ante un millón de personas

Francisco inició ayer su primera visita a Milán con un encuentro conmovedor con los olvidados de la periferia de la capital económica de Italia y los presos de la cárcel de San Vittore.
Una convocatoria masiva, de un millón de personas, logró reunir el papa Francisco en su visita a Milán, en el norte de Italia.

El papa Francisco visitó ayer Milán, la capital financiera de Italia, pero eligió conocer su periferia con graves problemas de marginación y la cárcel de San Vittore, donde almorzó con los presos, y celebró también una multitudinaria misa en Monza ante un millón de personas.

La visita de más de ocho horas a Milán comenzó con un saludo a las habitantes del barrio Forlanini, conocido como las "Casas Blancas", por sus enormes edificios de cemento armado.

Allí visitó las casas de tres familias y conoció así a Dori Falcone, de 57 años, que se ocupa noche y día de su marido Lino Pasquale, de 59 años, que sufre epilepsia, lo que le ha provocado importantes consecuencias físicas y neurológicas y vive postrado en una cama.

Acudió a la vivienda de Mihoual Abdel Karin y su esposa Tardane Hanane, que viven en el segundo piso del número 40 con sus tres hijos de 17, 10 y 6 años y llegaron desde Marruecos en 1989.

Esta familia marroquí agasajó al pontífice con té y pastelitos típicos de Marruecos

De manera privada, sin cámaras, Francisco también se detuvo algunos minutos en la casa del matrimonio formado por Nuccio Oneta, de 82 años y gravemente enfermo, y Adele Agogini, de 81 años.

Adele tuvo que ser hospitalizada hace tres días y no pudo así conocer al pontífice, pero el pontífice no dudó en llamarla por teléfono y hablar con ella durante algunos minutos.

"Hola, Adele, ¿Cómo te encuentras?", empezó la conversación con la anciana.

El papa aseguró a los habitantes que había realizado esta visita "como sacerdote corriente, un sacerdote, al servicio del pueblo".

Tras estas visitas, Francisco visitó el Duomo, la catedral de Milán, para reunirse con los religiosos y religiosas de la diócesis de Milán y allí rezar el Ángelus y bendecir a los fieles concentrados en la plaza.

Como en sus viajes internacionales, Francisco también pidió visitar una cárcel y pasó más de dos horas en la cárcel de San Vittore, donde están recluidas unas 900 personas.

Francisco visitó el primer pabellón donde se encuentran las mujeres detenidas con sus hijos pequeños y allí saludo a las reclusas y se detuvo con los voluntarios que trabajan en las cárceles.

Tres latinas

El papa recorrió los pasillos de la cárcel hasta llegar a la "Rotonda", la parte central del centro penitenciario que hace de plaza para los reclusos y donde pudo saludar y escuchar a una amplia representación.

Después en un improvisado comedor -habilitado en uno de los corredores de la prisión- almorzó con un centenar de ellos, entre ellos tres mujeres latinoamericanas, la ecuatoriana Dalia, la argentina Mónica y la chilena Gemma. Fue un almuerzo preparado por las presas que frecuentan los cursos de la llamada "Libre Escuela de Cocina" y que consistió en platos simples y de la tradición milanesa como "risotto" (arroz cremoso), cotoletta (filete de ternera empanado) con papas y de postre, una "panna cotta".

En la misa celebrada en un parque de Monza, uno de los mayores de Europa y en la que se congregó un millón de fieles Francisco denunció un mundo en el que "se especula sobre la vida, en el trabajo, en la familia,sobre los pobres y los inmigrantes y los jóvenes y su futuro".

Continuó lamentando que "mientras que el dolor está llamando a muchas puertas, mientras que muchos jóvenes muestran una creciente insatisfacción con la falta de oportunidades reales, la especulación abunda en todas partes".