Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Bestias del hip hop bahiense: "Encontramos en el rap una manera de poder expresarnos"

Sus gustos, su estilo de vida, su formación. ¿Qué opinan de Matías Carrica?
Fotos: Sebastían Cortés-La Nueva.

Por Maximiliano Buss / mbuss@lanueva.com

  Era Tadeo cuando puteaba a la nueva novia de su papá porque no la quería ver. Era Tadeo cuando apretaba los dientes de bronca porque quería salir corriendo de la escuela.

   Era Tadeo Cobreros cuando a los 11 años juntó dos pares de palabras que sonaban igual. Le puso música. Y se sintió mejor. Ese día se convirtió en Serafín.

   Los serafines son ángeles que solo abren sus alas para defenderse de lo que les hace mal, pero además son los únicos que pueden contemplar a Dios con su música.

   “Yo me comí ese verso. Mis alas son mis letras, mi dios es el hip hop”, dice Serafín, un chico de Bahía que lleva 10 años rapeando.

   La mitad de su vida.

   Un pie le pide permiso al otro antes de dar un paso. Llega a la plaza fumando un cigarro, con una mano el bolsillo de su parca verde.

   Serafín no se pone pantalones largos, no usa gorra con visera plana, ni se cuelga collares de oro.

   Él dice que el rap no es una moda.

   —¿Y qué es?

   —No es solo un género musical de la cultura hip hop. Es más que eso: es la manera que muchos pibes encontramos para ser escuchados. Lo que no puedo decir con palabras a la cara lo puedo contar en una canción.

   —¿Eso los alivia?

   —Siempre que uno escribe sus canciones siente que está dando un gran paso.

   Y un gran paso dio con sus primeras letras, con las que pudo escupir la bronca para desahogarse:

Mis padres se separaron

Me sentía diferente

Los chicos con sus dos padres

Mi madre solo presente

   Cuando tenía 9 años, se fue del centro a vivir a un barrio, cambió de colegio y dejó de ser el líder del grupo.

   Una cascada de palabras llenaban de a poco las fisuras de su adolescencia.

Las noticias no son buenas

cuando llega esta edad

Cinco fallos en la escuela

me hacen volver a empezar

    “Me hacía tan bien rapear, que llegué a pensar que podía hacer la revolución con una letra”, cuenta.

   Con 13 años, se tiró a escribir sobre políticos corruptos, papás que no tenían plata para darle de comer a sus hijos, pibes delincuentes o sobre narcotraficantes.

Dime cuánta plata ganas

cuántos pesos semanales

Te diré cuánto te roban

los malditos gobernantes

   “Me pareció que exageraba mucho en mis letras o me copiaba de lo que decían los raperos más grandes. Entonces decidí no tocar más esos temas hasta entenderlos en serio”, dice.

   Cuando tenía 14, descubrió que le sonaba mejor decir lo que le molestaba pero de una manera más linda. Sin ser tan directo, digamos.

   “Usando la metáfora como arma grabé canciones sobre mis miedos”, dice.

Dejame la cerveza

te regalo el envase

Lo de afuera a mí me asusta

Lo de adentro me deshace

    “Cuando me empecé a sentir solo en esto, salí a la calle para ir a los lugares en donde sabía que los pibes se juntaban a rapear”, cuenta.

   En ese momento, unos 5 años atrás, el rap unía a no más de 10 chicos en el Parque, las plazas, las calles o los pasillos de alguna galería del centro.

Serafín pasa su tiempo rimando, cantando, gritando cuando se calienta. Hace estallar el verso.

   —¿De dónde sacás las palabras? ¿Leés mucho?

   —Nosotros somos más de escuchar que de leer. Hoy el rap es el género con el que todos aprenden: los dibujitos, las publicidades, todo tiene que ver con el rap.

   —O sea que aprendiste de otros artistas...

   —Sí, creo que adquirís el mismo vocabulario leyendo que escuchando un buen artista.

   —¿Cuál es tu referente?

   —En el rap, Núcleo.

   —¿Y escuchás otro tipo de música?

   —¡Obvio! Escucho desde Miranda hasta Pimpinela. También le meto reggeton o cumbia. El rap es muy lindo pero te tira tanto la posta que a veces necesitás algo que te levante un poco el ánimo.

   Cuando arrancó, Serafín tiraba sus raps sobre música instrumental que descargaba de internet.

   En su pieza tenía un micrófono de $ 80, una placa externa de su computadora y algún que otro conocimiento de edición.

   Ahora graba con productores de Bahía que le permiten explorar sobre nuevos ritmos con sabor a jazz, trap o electrónica.

   —¿Cuántos temas grabaste?

   — Más de 250, seguro.

   —¿Y podés vivir del rap?

   —No. Mi viejo me banca el alquiler del departamento que comparto con mi hermano. De vez en cuando saco algo de alguna grabación que hago en mi estudio casero.

   —¿Qué piensan tus viejos?

   —Ellos saben que siempre fue en serio. Tengo mis espacios de escribir, de grabar, saben que pongo más énfasis en eso que en la escuela.

   —¿Y la escuela?

   —Después de perder 6 años, me decidí a terminar la secundaria. Llegó un momento en el que dije “mucho Serafín, pero necesito salir adelante”.

   —¿Cómo te va con eso?

   —Mal, supongo. Recién arranqué.

   —¿Querés seguir estudiando después?

   —Sí. Quiero estudiar algo relacionado con el diseño para no dejar de lado el arte. Yo creo que lo único que me da motivación es el arte. Pero quiero ir por el lado visual, no tanto musical.

Explotar de rap para después dejarlo

   “El momento más sano de un rapero es cuando entiende que no todo es rap en la vida. Necesitás explotar de rap para entender que lo tenés que dejar un poco porque empezás a tener otras responsabilidades”, dice.

   “El arte puede terminar siendo lo que te da de comer, pero cuando sos un artista de ciudad, que no te conocen, tenés que frenar para meterte en otra formación. Uno puede estar rapeando en la plaza todo el día, pero en un momento necesitás un laburo”, dice.

   Y Serafín de a poco entra en esa etapa. De a poco vuelve a ser Tadeo.

“No sé nada de música, pero hago música”

   Estani cliquea con fuerza. Sale hablando Francella, en su personaje de Sandoval en la película El secreto de sus ojos.

El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero una cosa no puede cambiar: de pasión

   Hace otros cuatro clicks. Sube el volumen del parlante. Le pega con más fuerza a la barra espaciadora.

   Y sale una mezcla rara, pero que lo define.

   “Yo no sé nada de música pero hago música. Todas las instrumentales de mi canal de YouTube son composiciones mías pero no tengo ni idea de lo que es una clave de sol. No sé tocar el piano pero te puedo hacer una melodía”, dice Estanislao De Lera.

   Escondido tras sus gafas, Estani es el encargado de ponerle flow a los malabares de palabras que tiran los raperos.

   Se define como productor, pero además es rapero. Y también confiesa que no tiene conocimientos de solfeo.

   “Hago más trap que rap”, dice.

   El trap es un nuevo estilo musical derivado del hip hop que está arrasando entre los jóvenes de 15 a 25 años.

   —¿Cuándo empezaste a rapear?

   —En el 2012, en la escuela. Escribía canciones por hobbie que después las grababa en mi casa.

   —¿Cómo aprendiste todo lo que sabés de edición musical?

   —Leía artículos en internet, hablaba con chicos que estaban en la movida desde hace bastante e hice cursos de producción musical a distancia.

   Estani se armó de a poco un estudio de grabación en un cuarto de su casa.

   Tiene un teclado que le costó $700, una computadora, parlantes, dos pares de auriculares y un micrófono de pie que metió adentro de una cabina acústica prefabricada con durlock en la que no entra más de una persona.

   “En Bahía no muchos chicos se dedican a la producción, prefieren escribir, rapear o improvisar”, cuenta.

   —¿Podés vivir de esto?

   —Gano plata, no como para vivir, pero no dependo económicamente de mis papás, aunque me ayudan. 

   —¿Qué te dicen ellos?

   —Me apoyan muchísimo pero tampoco quieren que me centre totalmente en esto y que me pierda. Por eso a la par estoy estudiando Economía en la UNS.

   —Ah, nada que ver...

   —¡Ja! Nada. Yo quería estudiar Ingeniería en Sonido, pero está en Buenos Aires y es privada encima.

   —¿Cómo te va en la carrera?

   —La carrera la llevo al día. Tengo en claro que no voy a ser el ministro de Economía ni mucho menos.

   Estani le dedica mucho más tiempo a la música que a entender las teorías económicas. Los días que graba, arranca a las 8 de la mañana y termina a las 4 o 5 de la tarde. Y después se pone a editar.

   “Si tengo que hacer un instrumental puedo estar un día entero metido en eso”, dice.

   —¿Quiénes pasan por tu micrófono?

   —Tengo clientes de Bahía, pero también de otras ciudades. Ahora viene uno de Neuquén, por ejemplo.

   —¿Y de qué edades?

   —De todas las edades. El otro día fue un chico de 12 años.

Lo que hace Carrica es “básico”

   Serafín cuenta que de chico conoce a Matías “Cappo” Carrica, el cantante bahiense que ganó el reality “Elegidos”, de Telefé.

   “No lo escucho, no es el tipo de rap que me gusta. Hace un rap que no tiene técnica, básico. Es groso porque llegó a estar con Vicentico, Miranda, Pimpinela. El programa lo ganó bien, se lo merecía. Cautivó a la gente. Pero para mí hay mejores”, dice.

   Estani piensa lo mismo pero además dice que Carrica es muy criticado en la movida. “Creo que la gente compró el cuento de que era un cartonero, una persona humilde y fue por ese lado”.

   “Yo lo veo básico. Hay pibes de Bahía con mejores canciones y a penas tienen 100 reproducciones en YouTube porque nadie le dio la oportunidad de crecer”, dice Estani.

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