Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Más despacio: “despacito”

Mi querido lector, hoy tengo unas preguntitas para hacerle: ¿El tema ronda una y otra vez en su cabeza? ¿Lo silba? ¿Lo ejecuta con golpecitos de cuchara? ¿Suena mientras sale a correr? ¿Tal vez es de los que hace movimiento con el pie? ¿Mientras limpia la casa? ¿Si es de san Lorenzo se abrazó con la hinchada? ¿Adentro de su auto a todo volumen? ¿En la ducha? ¡No lo niegue más!

¡Des–pa–ci–to! Pasito a pasito, suave suavecito… Despacito. Se convirtió en un hit irresistible, a tal punto que un sacerdote lo cantó en plena homilía. Más allá de que expertos de la música y psicólogos consideran que reúne una serie de elementos para que sea una canción “pegadiza”, que los acordes de guitarra introductorios generan endorfinas, que el estribillo “explosivo” garantiza el éxito, cabe preguntarse: ¿No será un clamor por intentar “bajar un cambio”?

¿La velocidad se convirtió en sinónimo de eficacia? ¿La lentitud está asociada a la torpeza?

Aceleración, “no hay tiempo”, rapidez, “sin tiempo que perder”, cambios bruscos, cuatro tareas a la vez, contra reloj, inmediatez, “terminado para ayer”. ¿No será tiempo de reivindicar a la tortuga de la fábula?

Y la pregunta que me acecha cada semana: ¿puede leer esta columna hasta el final?

Todos nos quejamos de la velocidad con que vivimos: subir al colectivo justo en el momento que se arriba a la parada, “ábrete sésamo” y subir al ascensor, que las páginas en internet aparezcan a la velocidad de la luz son deseos cotidianos.

¿Días de más horas o menos actividades en el día? Usted tiene la respuesta.

Sensaciones variadas: invade la prisa, las tareas nos superan y desbordan, los modos de ser, estar, actuar y sentir se precipitan y en ocasiones van en caída libre, el presente se torna inasequible y se lo transita como si fuera pasado, bajo estas circunstancias ¿cómo proyectar el futuro?

Por evitar a la tortuga terminamos como la “ratita de laboratorio” que gira y gira en la rueda sin cesar y sin un destino. Las consecuencias de la vorágine también son materia de estudio de los laboratorios y expertos en comportamiento humano.

¡Ya! deje de mirar el reloj y sepa que aumenta la ansiedad y la tensión generando agresividad y estado de alerta: que no es casual que se recurra a sustancias estimulantes para estar “siempre listos”. El estado de alerta permanente ocasiona trastornos psicosomáticos tales como desequilibrios metabólicos, insomnio, obesidad; síndrome de bournout que se traduce literalmente en “sentirse quemado”.

Desarrollar multitareas arroja a la persona a almorzar frente a la computadora; a cocinar mientras toma la lección de un hijo; a cenar impartiendo consignas laborales a través del celular; la lista podría extenderse.

Ante el posible colapso se experimenta una sensación de “paren todo, me quiero ir, me quiero bajar”, huir es un síntoma del desborde propio de los que se creen imprescindibles, omnipotentes y omnipresentes, escapar nunca es la salida, tampoco para el “hombre orquesta”.

Tal vez sea “des-pa-ci-to, pasito a pasito, suave, suavecito”, pues como señala la canción, asegura que la experiencia sea placentera y quede como marca indeleble, tal vez en este siglo haya que reformular fábulas y rendirle tributo al caracol y dejar de estigmatizar a los lentos.

Apasionada de la escritura y las letras para mí es cuestión de “N”. Si la canción es cuestión sigue batiendo récords históricos tiene que ver con el talento de sus autores, quienes seguramente se tomaron su tiempo para componerla: Talento–TaN-LeNto.