Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Paternidad: verbos en tiempo presente

¡Palabras! Cada vez y con mayor frecuencia me detengo en las palabras. Pienso, juego, combino, analizo, las hilvano en ideas, las tejo en mensajes. Confieso que estoy enamorada también de las palabras, mi amor puesto en ellas demanda tiempo, energía, conocimiento, placer, también creatividad.

Sustantivos, adjetivos, verbos se entremezclan con situaciones reales e imaginarias, experiencias propias y ajenas, personas conocidas y desconocidas, también algunos que otros personajes, algunos que debieran ser inmortalizados y otros sepultados.

¡Haber! Verbo, también sustantivo. ¡Hubiera, hubiese! Dos formas del mismo tiempo verbal, pretérito imperfecto simple de modo subjuntivo, con significado idéntico. Se lo emplea en oraciones condicionales, también en situaciones dudosas, inciertas, hipotéticas e imposibles.

¿Hubiera o hubiese? Verbo e interrogantes que irrumpen en situaciones de las que generalmente no hay retorno, emergen con fuerza cuando ya es demasiado tarde: si hubiera dicho… si hubiese hecho… si hubiera estado… si hubiera o hubiese…

Papá, padre, paternidad, es un vínculo, un estado y una situación de las que también no hay retorno. Desde que un hombre se convierte en padre su vida estará signado por una serie de verbos: ser, estar, parecer y semejar (un héroe), alimentar, ayudar, sostener, compartir, acompañar, colaborar, sugerir, disentir, consensuar, rivalizar, revelar y rebelar, exigir, interrogar, responder; AMAR con mayúsculas.

¿Los adjetivos? ¡Calificativos! Palabras que catalogan y evalúan implacablemente corren y correrán por cuenta de los hijos: bueno, malo, responsable, irresponsable, maduro, inmaduro, trabajador, holgazán, respetable, admirable; seguro usted tiene su lista.

Deseo, casualidad, azar, accidente, desliz, palabras que derivan al cabo de meses en una función que debiera ser indelegable, y se la viva mediante presencias o plagada de ausencias es una función sin retorno.

La paternidad es una referencia, constante, permanente, dolorosamente también lo es por omisión, negligencia, descuido; va más allá del simple trámite de otorgar un apellido, de proveer alimentos y asegurar escolaridad.

Durante siglos sociedades y culturas patriarcales fueron prodigiosas en habilitar y legitimar excusas para silenciar “el ausentismo”; excusas disfrazadas de reuniones de trabajo, horas extras, traer el dinero a la casa, desfigurando el rol y la función paterna.

Sigmund Freud decía: “No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la necesidad de la protección de un padre”; necesidad que se cubre al mismo tiempo que se la descifra, que excede a los libros y especialistas, puesto que educar un hijo implica estimular sin asfixiar, cuidar y al mismo instante liberar; alentar a transitar recordando dónde está el refugio.

En una mezcla de realidad, sueños, ensueños y también sobresaltos y pesadillas, la paternidad se va aprendiendo y desplegando, aunque no se ejerza, se la omita o repliegue en algún momento da lugar al pretérito imperfecto ¿si hubiera o hubiese estado, permitido, acompañado…? ¿Tiempo de verbo pasado, tiempos perdidos?

¡Hubiera o hubiese! El subjuntivo es un tiempo verbal relativo que expresa una acción no finalizada, incierta; nunca se deja de ser padre y es también incertidumbre.

Pienso en las palabras, hijo es un sustantivo, parte de su etimología significa “pararse”, también “sustancia”, nada más sustancial que conjugar verbos en tiempos “presentes”; no cabe la paternidad pretérita cuando se anhela lograr que un hijo se pare ante la vida, la transite y la viva con sentido. ¡Feliz día!