Bahía Blanca | Lunes, 20 de mayo

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El día que el Sudoeste bonaerense ganó un partido en un Mundial

El 11 de junio de 1958 la Selección Argentina dirigida por Guillermo Stábile debía superar a Irlanda del Norte para no quedar eliminada. Fue entonces cuando un deroense y un pigüense tomaron cartas en el asunto.

Fotos Emmanuel Briane - La Nueva. y Archivo La Nueva.

Por Mariano Buren / elpais@lanueva.com

 

   Había que ganar como fuera.

   La derrota 1-3 ante los alemanes occidentales -defensores del título obtenido cuatro años atrás en Berna- proyectaba una sombra de inquietud sobre la concentración argentina.

   En el campamento montado en el hotel residencial para ancianos Ramlösa Brunn, a unos cuatro kilómetros al sudoeste de la ciudad de Helsingborg, los jugadores dirigidos por Guillermo Stábile repasaban una y otra vez las posibilidades matemáticas, pero siempre llegaban al mismo resultado: quedaban dos partidos, ante Irlanda del Norte y Checoslovaquia, y ya no les quedaba otra alternativa que lograr los cuatro puntos en juego para clasificar a la siguiente fase del Mundial de Suecia 1958.

   Parecía extraño, pero los rostros preocupados eran de los mismos jugadores que unos días atrás habían partido desde el aeropuerto de Ezeiza envueltos en promesas de goles, triunfos y una sensación de vuelta olímpica inminente.

   Después de todo, argumentaban, Argentina era el campeón sudamericano, tenía jugadores de calidad suficientes como para conformar tres seleccionados diferentes y su estilo de juego era admirado en toda América e imitado en Europa. Para el triunfalismo de hinchas y periodistas, ya era hora de darle forma concreta al sueño mundialista, postergado desde la final de 1930.

   Nada podía salir mal, pensaba la delegación durante el largo vuelo entre Buenos Aires y Estocolmo.

   -Bueno, muchachos... A ver, un poco de silencio -interrumpió el técnico, parado delante de una pizarra negra llena de cruces y flechas dibujadas con tiza. -Para el partido de hoy vamos a salir con Amadeo al arco, Pedro y Federico de backs, Pancho, Néstor y Puchero de halves; el Loco y Ludovico de wines, Beto y Norberto de insiders y Angelito de centroforward. Les voy a pedir lo de costumbre: cabeza levantada, pases cortos y siempre al ataque, pero sin descuidarnos atrás. Vamos a demostrarles que somos Argentina y que vinimos a ganar el torneo. ¿Está claro?

   Al anunciarles la formación, Stábile había revelado su disconformidad con la delantera que enfrentó a Alemania: Labruna, Boggio y Avio reemplazarían a Prado, Rojas y Cruz. El resto del equipo se mantenía.

    Los jugadores llegaron confiados aquel 11 de junio al estadio de Örjans Vall, en la ciudad de Halmstad. Si bien no sabían demasiado de sus rivales, tenían en claro que Irlanda del Norte estaba lejos de ser una potencia futbolística. De hecho, era la primera vez que participaban en un Mundial. Y eso en algún momento tendría que jugarles en contra, más allá de que habían debutado con un triunfo ante Checoslovaquia.

   A pesar de las urgencias y convicciones que la Selección puso sobre la cancha, el partido tuvo un comienzo inesperado: el delantero Peter McParland, que jugaba en el Aston Villa inglés, se filtró por detrás de los dos defensores argentinos, conectó un centro enviado desde la derecha por Cush y puso el partido 0-1 a los tres minutos.

   La Selección decidió mantener estoicamente la hoja de ruta trazada horas antes en la charla técnica: posicionarse en el mediocampo rival, conservar el control de la pelota y forzar oportunidades netas para cualquiera de los delanteros. No era un mal plan, considerando que los cinco atacantes argentinos habían marcado, sumados, 59 goles en la última temporada.

   Pero la llovizna, sumada al retroceso de las líneas norirlandesas, complicaba las intenciones de desarrollar un juego armónico.

   Después de batallar durante casi 35 minutos contra el clima, el resultado, los nervios y la áspera marcación de los defensores Cunningham y McMichael, el árbitro Sten Ahlner sancionó una mano en el área de los británicos: penal para Argentina.

   El wing Orestes Omar Corbatta -nacido en Daireaux y figura del Racing puntero en el torneo local- acomodó la pelota en el punto de cal, retrocedió unos pasos, decidió adónde iba a patear y, luego de un trote casi displicente, consiguió el empate con un suave toque de derecha al palo opuesto de Harry Gregg.

   Quizá Corbatta no lo sabía, pero ese arquero era uno de los sobrevivientes de la tragedia en la que habían perdido la vida 23 personas, cuando el avión que trasladaba al plantel de Manchester United tuvo un fallido despegue en Munich, apenas cuatro meses antes del inicio del Mundial.

   Su valentía al rescatar a varias personas de las llamas -entre ellas una madre embarazada, una niña y compañeros de equipo- le dieron a Gregg un apodo que lo acompañó hasta su muerte, en febrero de 2020: "El héroe de Munich".

   Con el 1-1 instalado en el tablero de resultados del estadio, el segundo tiempo mantuvo las mismas características: el asedio del Seleccionado sobre el campo rival, aún a riesgo de quedar expuesto a los contraataques.

   -Seguimos como hasta ahora, muchachos -había arengado Stábile en el vestuario- Cada vez que recuperemos la pelota, abrimos rápido para los wines y todos a buscar el centro dentro del área. ¡A ganar!

   A los 10 del complemento, el empuje argentino comenzó a dar resultado: el delantero Norberto Menéndez aprovechó un error de cálculo de Clegg en medio de un amontonamiento de jugadores en el área y anotó el 2-1 que tanto necesitaba el equipo para recuperar la autoestima.

   Apenas cuatro minutos más tarde llegó el desenlace en el resultado: el pigüense Ludovico Héctor Avio, puntero de Vélez Sarsfield, se tuvo confianza al recordar el pedido del técnico, corrió hasta el centro del área, saltó y cabeceó un centro de Corbatta para establecer el 3-1 del alivio.

   Un gol made in sudoeste bonaerense al 100 por ciento.

   "Reapareció ayer el fútbol criollo: Argentina venció a Irlanda", tituló "La Nueva Provincia" en su edición del 12 de junio de 1958.

   La crónica del partido afirmaba que “Argentina venció a Irlanda del Norte categóricamente” gracias a “un amplio dominio” e “intensa presión”. En un breve recuadro al costado de la nota principal, el entrenador sostenía que su equipo había triunfado gracias a que los jugadores “tuvieron ritmo”

   Desde la revista “El Gráfico”, en tanto, el análisis de Borocotó -enviado especial- explicaba que “los goles, pacientemente madurados, llegaron y con ellos el triunfo”, al que calificó como “legítimo y merecido”, aunque no dejó de remarcar que los jugadores se mostraron “lentos y faltos de distancia”.

   Unas páginas más adelante, Avio recordaba algunas de las emociones que sintió en su debut mundialista: según le reveló al cronista, el momento decisivo sucedió cuando restaban sólo cinco minutos para la finalización. “Ahí lo confieso, se me vararon las piernas, algo así como si se me arrugara el corazón y me puse a llorar”, admitió el futbolista nacido en Pigüe.

   Parecía, por fin, que las brumas se disipaban en el camino de la Selección Argentina hacia el título.

   Nadie en el micro que regresaba a la concentración de Ramlösa Brunn era capaz de imaginarse que, tan sólo unos días más tarde, seis goles de Checoslovaquia transformarían el sueño de consagración en "El desastre de Suecia". Pero ésa es otra historia.

Síntesis del partido

VI Copa Mundial de Fútbol - Suecia 1958

Grupo A / Fecha 2

Miércoles 11 de Junio de 1958 19.00 (hora local)

Argentina 3: Amadeo Carrizo; Pedro Dellacha y Federico Vairo; Francisco Lombardo, Néstor Rossi y José Varacka; Orestes Omar Corbatta, Norberto Menéndez, Ángel Labruna, Norberto Boggio y Ludovico Avio. DT: Guillermo Stabile.

Irlanda del Norte 1: Harry Gregg; Willie Cunningham y Alfred McMichael; Dick Keith, Danny Blanchflower y Bertie Peacock; Billy Bingham, Wilbur Cush, Jimmy McIlroy, Peter McParland y Fay Coyle. DT: Peter Doherty.

Goles: 3' McParland (IdN), 38' Corbatta de penal (Arg), 55' Menéndez (Arg) y 59' Avio (Arg).

Estadio: Örjans Vall, Halmstad (Suecia)

Espectadores: 14.174

Árbitro: Sten Ahlner (Suecia) 

Del Sudoeste al mundo

   Corbatta -para muchos el Mané Garrincha argentino- siguió fabricando gambetas y goles en Racing hasta 1962, pasó a Boca (1963-65) y más tarde al Deportivo Independiente de Medellín (1965-69). Regresó al país para intentar el ascenso con San Telmo (1970) y finalmente recaló en ligas regionales: jugó para Tiro Federal de General Roca (1971), Italia Unida de General Roca (1972), Colonia Confluencia de Neuquén (1972-73) y Mariano Moreno de Benito Juárez (1975).

   A lo largo de su carrera marcó 89 goles en torneos de AFA y 18 en la Selección. Ganó seis títulos: los torneos de Primera 1958 y 1961 (con Racing), 1964 y 1965 (con Boca) y los Sudamericanos 1957 y 1959 con la Selección.

   Murió en diciembre de 1991, con apenas 55 años, y en medio de una situación económica que bordeaba la miseria.

   Hoy una de las calles lindantes al estadio de Racing lleva su nombre.

   En el caso de Avio, su trayectoria estuvo marcada por Vélez hasta 1961 y continuó en All Boys (1961-62) antes de afincarse en Mar del Plata.

   En la ciudad balnearia vistió las camisetas de San Lorenzo (1967-68), Quilmes (1969) y Kimberley (1970). Tras su retiro, fue entrenador en la liga local y también del seleccionado marplatense.

   En total disputó 179 partidos por torneos de AFA, en los que convirtió 56 goles.

   Falleció en junio de 1996, a los 64 años.