Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

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La recesión también es sexual

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Con la motosierra del presidente trabajando a toda hora e impactando en cuanto sector te imagines, la recesión como consecuencia de estas políticas económicas era lo esperable. Sin embargo, este concepto tan en boga para los argentinos es empleado en otras latitudes para explicar una problemática que va en aumento: la recesión sexual.

¿A qué se denomina recesión sexual? ¿Problema de las nuevas generaciones? ¿Qué estrategias implementar para reactivar esta actividad?

Algunos dirán calidad por encima de cantidad, pero más allá de esa preferencia las cifras demuestran que, especialmente los más jóvenes, tienen menos encuentros sexuales comparado con otras épocas.

El concepto de recesión sexual va cobrando cada vez mayor interés entre quienes se dedican a la Piscología y a la Sociología. Se refiere a una reducción en la actividad sexual en distintas sociedades, especialmente entre las generaciones más jóvenes. En términos simples implica que hay una disminución en la cantidad y frecuencia de encuentros y actividades sexuales. 

Resulta paradójico y desconcertante que, con la proliferación de aplicaciones de citas para conocer gente, que con la normalización de escenas sexuales en películas, publicidades y series, que en plena deconstrucción de temas que resultaron por siglos tabú, que con una educación sexual integral casi consolidada, con relaciones abiertas como variante y aceptando que la autosatisfacción es una práctica hasta saludable, los encuentros sexuales sean prácticamente nulos.

Las causas son variadas y están atravesadas por diferentes factores. Por un lado, la adolescencia se posterga, la educación sexual permite que el encuentro íntimo ya no se conciba como un hito de iniciación, en algunos sectores hay expectativas por una carrera profesional, independencia económica o contrariamente permanencia en la casa paterna y todo esto impacta en la actividad sexual.

Además, si bien las redes sociales y la tecnología han reconfigurado la forma de establecer vínculos, lo cierto es que son conexiones superficiales, efímeras y no favorecen encuentros de calidad. Cabe destacar que el aumento en los niveles de estrés y ansiedad condicionan directamente la disposición para tener relaciones sexuales, pues la libido también presenta una disminución.

Factores como inestabilidad laboral, imposibilidad de concretar un proyecto de vida, preocupaciones económicas y escenarios de gran incertidumbre ocasionan consecuencias no solo en las generaciones más jóvenes sino en adultos que no pueden avizorar un panorama alentador, con lo cual la atención no se puede fijar en mantener encuentros íntimos. 

¿Cómo salir de esta situación cuando uno de los grandes problemas está en aceptar y asumir? ¿Quién se atreve a decir “mi actividad es escasa o nula”? 

Lo primero es no estigmatizar y fomentar espacios de diálogo libres de prejuicios. A su vez la diversidad debe ser condición fundamental respecto de preferencias y prácticas puesto que la libertad y el respeto deben estar garantizados.

Cuando una sociedad es abierta garantiza relaciones saludables, satisfactorias y obviamente consentidas. Tal vez es cuestión de equilibrar los problemas que nos aquejan en medio de un mundo cambiante con el objetivo de intentar preservar la intimidad y reconociendo los propios deseos.