Bahía Blanca | Lunes, 20 de mayo

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Lechería: otro sector que pide reglas claras para volver a crecer

La producción en el país se encuentra en una meseta. ¿Cuáles son las alternativas para regresar a un círculo virtuoso?

En la Argentina se consumen 185 litros por año por habitante. En 1999 eran 232 Ls. / Fotos: Archivo La Nueva.

El sector que produce en los (cada vez menos) establecimientos tamberos de la Argentina no lograr salir de una compleja encrucijada. El parámetro de un eventual éxito se aprecia sólo cuando algunos logran sobrevivir para seguir produciendo y, en la campaña siguiente, repetir el proceso.

Una conclusión sobre este fenómeno puede distinguirse en que, si bien la producción está estancada desde hace más de 20 años, lo bueno es que su potencial permanece intacto.

De acuerdo con los datos de la Organización de la Cadena Láctea Argentina, el amesetamiento se expresa en una producción anual de entre 10,5 y 11,5 mil millones de litros para las últimas dos décadas.

Asimismo, en 2023 continuaban cayendo las unidades productivas, así como a un stock de vacas cercano a 1,6 millones de cabezas y una baja producción individual promedio de 23 litros por vaca por día (o 7.100 litros por vaca por año).

La estadística histórica permite ver que en el mismo período el país sólo creció al 0,5 % anual, cuando el resto del mundo lo hizo al 2 % (en el mismo período). ¿Hubo alguna etapa fructífera? En 2000 la actividad se incrementó al 7,2 %, pero fue algo efímero.

También según la OCLA, las exportaciones han crecido en los últimos 5 años para ingresos de hasta 1.500 millones de dólares, un dato que se asemeja al de 2011, 2012 y 2013.

Sólo como referencia: de acuerdo a otras fuentes oficiales, el consumo de leche en la Argentina sigue con una tendencia descendente. Tras llegar a un pico de 232 litros por habitante por año en 1999, la caída se inició en 2002 (197 litros) y, luego de una remontada, en 2015 se ha lanzado en tobogán hasta los 185 litros de 2023.

La razón para esta realidad de la lechería es la misma que le sucede a otras actividades del sector que, perfectamente, se puede englobar en la sequía (otra más) de políticas transparentes que permitan un desarrollo adecuado y que, de paso, habilite el ingreso de inversiones.

Ing. Agr. Gustavo Oliverio.

Para el Ing. Agr. Gustavo Oliverio, asesor y coordinador de proyectos de la Fundación Producir Conservando, más allá de la coyuntura no caben dudas respecto del potencial que tiene la actividad lechera en el país que permitiría, por un lado, mejorar el consumo interno a 200/210 litros equivalentes anuales por habitante y, a la vez, aumentar las exportaciones y generar un mayor ingreso de divisas, con todo lo que eso significa en el actual contexto económico

“No es sólo pensar en retenciones sí o retenciones no, como se plantea por estos días en todo lo relacionado a la producción agropecuaria, sino que es necesario ver un nuevo rumbo para el país, con una macroeconomía que tienda al equilibrio fiscal y a generar incentivos para las actividades productivas, con reglas de juego claras que se mantengan en el tiempo y generen confianza a quienes invierten en estas actividades a mediano y largo plazo”, sostiene.

Aclara —de todos modos— que generar incentivos no es lograr ventajas sectoriales, sino tener una presión fiscal lógica y no en base a impuestos distorsivos (ingresos brutos, créditos y débitos bancarios, DEX y demás), controlar la informalidad, desarrollar una política exterior que promueva las exportaciones y, además, establecer reglas que no se modifiquen en forma constante.

Según su percepción, partiendo del actual nivel de producción es factible pensar en una lechería de 14.000 a 14.500 millones de litros anuales de producción hacia el año 2030.

Oliverio lo explica de esta manera: “Implicaría crecer al 4 % anual promedio; alcanzar un aumento en las exportaciones de un 70 a 80 % para llegar a un ingreso de 2.300/2.400 millones de dólares anuales e incrementar el consumo interno. Una Argentina, que a ese año debería producir 115-125 millones de toneladas de maíz y de soja, necesita de las actividades que agregan valor a estos granos. Ya no es relevante la discusión que tenemos desde hace años sobre qué sistema de producción es mejor, si pastoril, semintensivo o estabulado; qué instalaciones son las más adecuadas; qué razas deberían ser mayoritarias y demás, sino que debemos generar confianza e inversiones con los incentivos adecuados para producir. De concretarse, la lechería podrá arrancar”.

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