Bahía Blanca | Martes, 07 de mayo

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La República pisoteada

Escribe Carlos R. Baeza

Nuestra forma de gobierno es la de una República representativa en la cual el pueblo, titular de la soberanía, no gobierna ni delibera sino a través de los representantes que el mismo pueblo elige mediante voto popular por periodos determinados (arts. 1, 22 y 33 C.N) De tal forma un gobierno electo conforme a las leyes de sucesión vigentes cuenta con una legitimidad de origen fundada en la transparencia del sistema electoral y su mandato debe ser respetado hasta el fin de su ejercicio.

Sin embargo, en la Argentina de la anomia estas premisas democráticas básicas son violentadas desde hace unos pocos meses por distintos sectores políticos, sindicales y sociales, la mayoría de los cuales formaban parte del anterior gobierno y que se resisten a la pérdida del poder y las prebendas de las que gozaban en la gestión populista y corrupta que durante doce años devastó el país. Y el punto de partida del encono tuvo su hito relevante el 10 de diciembre de 2015 cuando en un hecho vergonzoso y único en la historia institucional argentina, Fernández de Kirchner se negó a entregar los atributos del mando al presidente recién electo por mayoría popular.

A partir de allí, comenzó una orquestada maniobra tendiente a descalificar cuanta acción de gobierno se emprendiera. Y así y sin eufemismos, el “servicial” jefe de los encapuchados Esteche sostuvo que “Es un gobierno que va a caer, y que vamos a ayudar a que se caiga, porque gobierna contra el pueblo. Por lo tanto, vamos a hacer lo posible por no dejarlos gobernar”. Para no ser menos el Secretario de la CONADU De Feo dijo: “Estamos aquí porque le venimos a decir a este gobierno que no queremos que le vaya bien. Queremos que le vaya mal”. Estos dichos encuadran en la figura de traición a la patria prevista por el art. 36 de la C.N sin que haya noticia en torno a su persecución judicial.

Ni falta hacían estas “democráticas” declaraciones pues basta acudir a los medios para descubrir la campaña en la que todos se anotan para pegarle al gobierno. No es casual entonces, la seguidilla de paros, cortes de calles y manifestaciones de toda índole en las cuales, sin importar el motivo de la convocatoria, la idea central es esmerilar al actual gobierno. Ello fue visible en la marcha del 24 de marzo en la cual, lejos de conmemorar el objeto de la convocatoria, solo se escucharon feroces agresiones como las que pretendían identificar a la gestión gobernante con la dictadura del Proceso iniciado en 1976; a Macri con Hitler o calificar como “asesina” a la gobernadora Vidal, ambas proferidas por la incalificable Bonafini que, en cambio, no duda en estrechar lazos con Milani procesado por delitos de lesa humanidad o abrazarse con los parricidas Schoklender junto a los cuales se apropiaron de viviendas destinadas a los pobres. Pero quizá uno de los hechos más deleznables de esa jornada -y que explica parte de la crisis educativa que la prueba “Aprender” revelara- fue lo ocurrido en la ciudad cordobesa de La Cumbre donde en un acto del primario, se puso en escena un simulacro de fusilamientos donde un grupo de alumnos con disfraces militares “ejecutaban” a otros.

El mismo clima se advierte en el Congreso, cuando el jefe de Gabinete asiste a cumplir con su mandato constitucional, carga que sus predecesor (Abal Medina, Aníbal Fernández o Capitanich) incumplían sistemáticamente. Y allí durante horas debe soportar estoicamente un interrogatorio que no alude a cuestiones que deba esclarecer sino a puntuales agresiones preparadas por quienes en la “década ganada” nada hicieron para solucionar los problemas que ellos mismos generaron pero que nunca encararon y ahora pretenden se solucionen en poco más de un año de gestión. Resultaba patético ver a Kicillof levantando su índice acusador junto a otros integrantes del kirchnerismo sin recordar su desastroso paso por la función pública.

Ni que hablar de la “oposición” o mejor dicho, de los conversos del kirchnerismo que están convencidos que no obstante haber participado más de 10 años de la anterior gestión, el haberse alejado (¿) poco tiempo antes de la caída, representa su “paso por el Jordán” de la política. Y así se la veía enardecida y desaforada a la integrante del Frente Removedor, la esposa de Barrionuevo, cuyo gesto memorable fue la sonora cachetada que en pleno recinto del Congreso le propinara a su par Kunkel, junto a Felipe Solá, ambos infatigables colaboradores del menemismo, duhaldismo y kirchnerismo hasta que buscaran el amparo del masismo.

La hipocresía de la oposición al justificar este accionar es evidente si se compara con la postura asumida cuando hace poco más de un año defenestraban a quienes incurrían en esas prácticas. El kirchnerismo negó sistemáticamente los índices de pobreza de la U.C.A pero ahora alaban las estadísticas que revelan que su gestión dejó un 30% de pobres. De igual manera descalificaban a la conductora Mirta Legrand y hasta su rostro junto a periodistas era exhibido en las paredes porteñas para poder ser escupido, en tanto que luego de maltratar al presidente en vivo y en directo aquella es casi un ídolo popular. Y ni hablar de los agravios vertidos por la ex presidente a los docentes tratándolos de “vagos” y sosteniendo que trabajaban solo 4 horas diarias y gozaban de 3 meses de vacaciones, cuando ahora justifica los mismos reclamos que a ella le formulaban.

Lamentablemente, en la Argentina de la anomia donde se juntan tapas plásticas para ayudar a los hospitales o los encuentros futbolísticos se juegan sin visitantes, la mayoría de quienes formaban parte del anterior gobierno están ejecutando un plan finamente elaborado cuya finalidad es evitar las sanciones penales a su accionar corrupto.