Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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De Angel Clemente a Angelici

En un país plagado de ventajeros, podríamos admitir que los hipócritas no les van en zaga. Y quizás hasta sean los mismos. Unos y otros.

Los mismos que se rasgaron las vestiduras cuando se reprodujeron los audios en los que el presidente de Boca, Daniel Angelici, solicitaba algunos "favores" al presidente del Tribunal de Penas de la AFA, Fernando Mitjans, y al titular interino del ente mayor del fútbol argentino, Luis Segura. Con la repulsiva anuencia de ambos.

O sea. A nadie le debería sorprender que Boca imponga su peso de equipo grande entre los máximos dirigentes de la pelota. Porque seguramente sus pares también lo hacen a diario. De hecho, son recurrentes los pedidos de los clubes para que tal o cual árbitro deje de dirigirlos, o a la inversa, que "ese" es el ideal para impartir justicia en un determinado partido o clásico.

Entonces, caemos en la cuenta de que todo es susceptible de modificaciones, que los sorteos de los jueces suelen reemplazarse por elecciones a dedo, y que en determinados casos los días y horarios de los cotejos se cambian "entre gallos y medianoche". En una búsqueda frenética de la ventajita como un ámbito recontraestablecido y del que muy pocos pueden evadirse.

"Lo que hice está mal, pero es habitual en el fútbol argentino", sostiene Angelici sin ponerse colorado. Una forma de refrendar este fútbol tramposo, ya no sospechado sino abiertamente instalado en la corrupción. Porque si estos dirigentes quedaron desnudos de moral y honestidad, uno imagina que los receptores de sus bajadas de línea -quedaron muy expuestos los árbitros y los demás integrantes del Tribunal de Penas de la AFA- son consecuentes con "la causa".

* * *

Cierta vez, con Olimpo ya en primera, el por entonces presidente aurinegro Jorge Ledo (1943-2011) sostenía con su habitual verborragia: "Fumar adentro de una garrafa ya no alcanza, hoy hay que hacer un asado abajo del agua".

Se refería, obviamente, a la manera en que debía manejarse en los pasillos de la AFA. Y ciertamente la gente de su club se lo valoraba.

Ledo pertenecía a esa clase de dirigentes que supieron posicionarse al amparo del mandamás Julio Grondona, para quien "todo pasaba".

Una manera de decir "conmigo la impunidad nace y muere casi al unísono". Total, ¿quién iba a atreverse a decirle lo contrario?

El pequeño detalle es que Don Julio ya no está. Y ese espacio de sumo poder quedó vacío. Tan vacío como el contenido de un fútbol corrompido, sin grandes figuras, quebrado, todavía sin pantallas de TV e inmerso en una crisis fenomenal.

Donde los partidos ya no dependen de una buena tarde del ídolo de turno sino de un llamado telefónico de un dirigente impresentable.

Por eso pasamos de una época romántica donde, por ejemplo, la gente se enamoraba de los goles y amagues de Angel Clemente (Rojas, claro) a este presente lleno de impostores de escritorio como Angelici.

Así de sucia y ajada está la pelota.