Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Del ajuste nadie se hace cargo

El Presidente se ocupó de recordar el “prontuario” de muchos de los que levantaron su mano, recordando su pasado kirchnerista.

    La media sanción que la oposición a pleno consiguió del proyecto de Ganancias dejó más que en evidencia un drama recurrente de la Argentina: nadie está dispuesto a hacerse cargo del ajuste. Ni siquiera la propia retórica de los economistas que representan a esos espacios alcanza. Roberto Lavagna y Axel Kicillof se cansaron de advertir que la política de endeudamiento llevaría al país a una nueva explosión económica. Sin embargo, hacen todo lo posible para que el gobierno lejos de bajar sus niveles de deuda la siga incrementando. Es decir que explícitamente están dispuestos a empujar a la economía a un nuevo desastre.

    Es relevante, de todas formas, escuchar los argumentos de la unión opositora para justificar los cambios en Ganancias, que generan un fuerte aumento del déficit fiscal en 2017: el principal pasa por las expresiones que hizo el propio Mauricio Macri en campaña electoral, cuando prometió que eliminaría el impuesto al salario. Pero claramente no está en condiciones de cumplir. “Nosotros somos más consecuentes que el gobierno, porque nunca hablamos de eliminar Ganancias a la cuarta categoría”, explicó Kicillof.

    Otro de los argumentos fue que la política impositiva de Macri benefició a los “sectores concentrados”, relegando a los ciudadanos menos favorecidos. Por lo tanto, el impuesto a la renta financiera y la restitución de retenciones a las mineras (se habían eliminado por decreto a principio de año) sería de estricta justicia.

    Más allá de la derrota legislativa, Macri puede aprovechar doblemente el resultado. En primer lugar, hubo alineamientos inesperados que podrían impactar negativamente en el electorado independiente, como el del Frente Renovador con el kirchnerismo.

    De hecho, el Presidente se ocupó de recordar el “prontuario” de muchos de los que levantaron su mano. Se olvidó que Massa fue además de jefe de Gabinete de Cristina uno de sus principales aliados en la primera etapa de gobierno. Y que Felipe Solá además de gobernador bonaerense durante el kirchnerismo, uno de sus compañeros electorales en la elección de 2009 en la que Néstor Kirchner fue vencido en la provincia de Buenos Aires.

    Pero, además, en caso de que el proyecto se transforme en ley, el Presidente tiene la posibilidad de dar una importante señal de austeridad que el mercado reclama. El veto presidencial ya fue utilizado en el pasado en temas relevantes, como la iniciativa por reinstaurar la doble indemnización. Y todo indica que el gobierno volvería a utilizar esta herramienta para no poner en riesgo el resultado fiscal del año próximo.

    El deterioro fiscal apareció hace un par de meses en el tablero de los grandes fondos de inversión internacionales. En un principio hubo comprensión por las emisiones de bonos que efectuó la Argentina, ante los bajos niveles de endeudamiento que tiene el país y porque lo consideraban como parte de una transición” ante la pesada herencia que dejó el kirchnerismo.

    Pero la falta de resultados fiscales concretos, el aumento del déficit que se espera para este año y la revisión al alza del rojo fiscal para el 2017 que figura en el Presupuesto generaron más signos de preocupación entre los inversores. La victoria de Donald Trump y la suba de tasas que sufrieron los emergentes también impactó en el costo de financiamiento de la Argentina. Esto significa que hacer frente al agujero fiscal será más complicado el año que viene, ante la necesidad de salir a buscar más fondos frescos en los mercados.

    Sin una señal clara de austeridad por parte del gobierno, más allá del alivio que puede dar el blanqueo, el posible veto al proyecto de Ganancias le calza justo a Macri. El mensaje para los inversores es que se evitarán excesivos desbordes fiscales y que el gobierno es una suerte de “custodio” de la caja. Es una señal que de corto plazo puede tener el efecto deseado, pero que no evita la tarea más compleja que tiene por delante el gobierno: disminuír el rojo fiscal, luego de un año en el que el “gradualismo” para avanzar con la austeridad quedó apenas en una promesa.