Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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La depresión es un factor de riesgo para infarto, ACV y otras afecciones

Incrementa cinco veces la posibilidad de sufrir un ataque cardíaco y seis veces la de un accidente cerebro vascular. Todo lo que hay que saber para prevenirlos.
La depresión es un factor de riesgo para infarto, ACV y otras afecciones. Salud. La Nueva. Bahía Blanca

David Roldán

droldan@lanueva.com

La depresión está creciendo en el mundo de manera alarmante.

Más allá de la manera en que afecta la calidad de vida de las personas que la sufren, desde hace tiempo preocupa como causa de discapacidad y de ausentismo laboral.

La Organización Mundial de la Salud sitúa a la Argentina en el medio de la tabla en cuanto a la tasa de prevalencia de esta enfermedad, con algo más de un 5 por ciento.

Hay tratamientos psicológicos y psiquiátricos eficaces, pero lo cierto es que hay varios motivos por los que se está mirando a la depresión mucho más que como un problema mental.

La Federación Argentina de Cardiología puntualizó que es necesario que la población tome conciencia sobre un aspecto no tan conocido pero muy relevante sobre el cuidado de la salud integral, como es la estrecha relación que existe entre el corazón, la mente y el cerebro.

“Definitivamente, la depresión es un factor de riesgo cardiovascular independiente, tan importante como los demás factores de riesgo conocido”, advierte el doctor Gustavo Cerezo, expresidente de la FAC.

Y agrega que la relación de mutua afectación entre depresión y enfermedades cardiovasculares es bidireccional.

Esto significa que así como las personas con depresión son más propensas que el resto a padecer un infarto de miocardio o un ACV, también las personas con enfermedad cardiovascular o que han sufrido un infarto o un ACV son más propensas a desarrollar un cuadro depresivo.

Esta mutua interdependencia viene suscitando particular interés entre los especialistas desde hace alrededor de 15 años.

Hace tres años la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA) sentó posición mostrando las evidencias.

“La tasa de depresión es más alta en las mujeres, donde alcanza a un 6 por ciento de la población total.

“De todas formas, según relevamientos que hemos realizados, vemos que entre la población de pacientes que atendemos con diversas enfermedades cardiovasculares, la tasa de depresión es sensiblemente mayor y eso coincide con las cifras obtenidas en estudios de referencia internacional”, aseguró el doctor Cerezo.

En la práctica, la mente (actividad del cerebro), el cerebro y el corazón están íntimamente relacionados, cosa que en la Antigüedad se intuía, pero hoy se conoce más claramente.

“Una persona que atraviesa un momento de tensión, que sufre estrés, va liberando cortisol, una hormona relacionada con el aumento de la frecuencia cardíaca y la aceleración de algunas funciones fisiológicas, explica el médico psiquiatra Roberto Ré, quien participa activamente en la campaña de concientización 'Construyendo un mundo saludable'”, de la FAC.

De esta manera, resulta más fácil entender como un estado de estrés sostenido en el tiempo aparentemente sin causa o aunque haya desaparecido aquello que lo originó, como puede ser la depresión, resulta en una afectación mutua y multisistémica en todo el organismo, donde se manifiesta, además, en forma de una serie de fenómenos de carácter inflamatorio.

“La depresión afecta, desde luego, a la mente y al cerebro, pero no hay que olvidar que se da en un profundo estado de estrés patológico, con lo que la acción del cortisol y otras hormonas alteran, primero, la actividad de la glándula tiroides y luego casi todos los órganos sienten el impacto de esa alteración”, explica el psiquiatra, fundador de la red Sanar.

La depresión va mucho más allá de la tristeza.

La forma más habitual de la depresión como enfermedad crónica es la que se manifiesta por primera vez alrededor de la adolescencia y puede presentar diversos episodios en las etapas subsiguientes de la vida, incrementando el riesgo cardiovascular en personas jóvenes, además de afectar su calidad de vida.

Pero los demás factores de riesgo, como la hipertensión arterial, obesidad, la diabetes, el colesterol alto, el sedentarismo o el tabaquismo, afectan la circulación arterial del cerebro y van deteriorando progresiva y silenciosamente el cerebro, minando las capacidades cognitivas y aumentando el riesgo de demencias en la edad adulta.

“Esto se da mucho antes de que se presenten daños más groseros y hasta devastadores como un ACV”, dijo el doctor Alejandro De Cerchio.