Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Tiempo de sequía y agotamiento

Días pasados un portal de noticias internacional anunciaba que como consecuencia de la sequía que castiga a la región, devastado por políticas de países vecinos, por un uso inapropiado o tal como advierte el Apocalipsis, el río Éufrates se está secando.

Como un flashback vienen a mi mente muchos de ustedes, que seguramente en esta época, y casi como una profecía bíblica, se están secando. Ante este estado, muchos optan por el antónimo y exclaman: ¡Me llenó las…! Lo cierto es que, a punto de iniciar el último mes del año, es habitual sentir y padecer una sensación que va desde el agotamiento hasta el hartazgo.

Si es de los que hacen una pausa y recorre el calendario hacia atrás logra advertir una sucesión de hechos que lo condujeron a la situación actual; en cambio sí es de los que como perro siberiano tira y tira del trineo sin descanso, tal vez ya se siente exhausto, aunque sin poder determinar las razones.

¡Agotamiento, agotar-se! ¿Sacar hasta la última gota? ¿Gastar, mal utilizar, consumir, cansar, desfallecer?

En algunas latitudes y circunstancias, vivir de crisis en crisis, sometidos a plazos y límites, corriendo contrarreloj, al punto de no encontrar sentido a la propia existencia si no se vive como un bombero que corre de un incendio a otro, para muchos es un estilo de vida. Si bien, aseguran que ese modo hasta resulta excitante y ofrece la posibilidad de experimentar la sensación de controlarlo todo, al cabo de un tiempo no muy prolongado el agotamiento y desgaste se tornan inmanejables.

Charlotte Whitton, en el siglo pasado expresaba que “cualquier cosa que hagan las mujeres tienen que hacerla dos veces mejor que los hombres para ser consideradas la mitad de buena que ello y afortunadamente esto no es difícil”; lo cierto es que la rutina, las obligaciones, los hijos, la pareja, la familia, los vencimientos, el desarrollo laboral y todo el abanico de exigencias reales y muchas autoimpuestas van drenando el cuerpo y la mente; culturalmente muchas mujeres traen colgado desde la cuna un mandato en el que no está permitido experimentar cansancio y muchos menos detenerse y registrarlo.

Tal vez hoy sea momento de recalcular y comprender que complacer a los otros a expensas del propio desgaste y en detrimento de la propia felicidad, no aporta soluciones y hasta en ocasiones empeora las situaciones. Pronunciar a tiempo un “no”, de forma sutil o enérgica aporta nutrientes emocionales y evitan el agotamiento. Dejar a un lado el perfeccionismo, establecer metas realistas dedicando a cada cuestión el tiempo razonable permite optimizar el tiempo y habilita espacios de goce. Entender que, si no se responde un llamado, no se revisa durante la noche los e-mails el mundo no corre peligro, ayuda a disminuir los estados de alerta y ansiedad.

No es lo que se realiza sino la manera y el estilo en el que se lleva a cabo lo que al final del día o de la vida se experimente que, como un río uno se va secando y agotando. Encontrar un equilibrio no es tarea sencilla en estos tiempos frenéticos; así como un caudal se agota por efecto de sequías y del uso inapropiado, preservarse, cuidarse y también nutrirse de afectos evitan el agotamiento.

Mi querido lector, si está a punto de desplomarse consecuencia del agotamiento, antes de mandar todo y a todos a ese lugar lejano, mal oliente y hasta común, termine de leer la columna y zambúllase en la cama: el descanso y el sueño son obsequios regenerativos; si es de los que no logra desenchufarse intente hacer un lindo origami con la hoja del diario.