Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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Umma

La muerte de Umma deja en claro que los delincuentes no sólo salen a robar, sino que están siempre dispuestos a matar.

La imagen de Umma Aguilera sonriendo, con una capucha amarilla y una mirada plena de inocencia golpea a toda la sociedad.

Umma tenía 9 años, iba sentada en el asiento trasero del automóvil que su papá sacaba de su vivienda cuando un grupo de delincuentes, armados, quiso aprovechar el momento para robarles algo, quizá el auto, quizá un celular, lo que fuera.

El conductor, agente de la policía Federal, advirtiendo la situación tuvo una reacción inmediata: escapar, acelerando su vehículo.

Fue entonces que los delincuentes dispararon sobre el vehículo, dos o más tiros. Sin sentido, sin razón, por el simple hecho de dejar en claro que la cuestión es a muerte.

Las balas impactaron en Umma. Inocente, asustada, sin entender que pasaba, sin saber que era esa oscuridad que se apropiaba de sus ojos. El padre frenó, los asesinos escaparon, Umma murió,

En pocas horas la policía logró dar con los asesinos, que ya están detenidos. Venían de robar otro automóvil y vieron en la salida del papá de Umma la posibilidad de llevarse algo.

Lo ocurrido deja en claro que todo delincuente armado está dispuesto a disparar, a matar, es parte de su conducta natural, no les importa la vida de nadie.

Por eso no se puede cuestionar a veces la reacción de la víctima de un robo que decide actuar en defensa propia aún cuando el delincuente no muestre un arma bajo el pretexto de a veces haber sido  “una defensa desmedida o exagerada”.

Nadie puede especular si el delincuente va o no a disparar, pero son varios los hechos que indican que matan por nada, sin dudarlo. Anticipar esa acción nunca es defensa exagerada.

Es de esperar que la Ley tenga la fuerza suficiente para condenar a todos los asesinos de Umma con la misma vara. Si bien es uno el que disparó, son todos cómplices y todos pusieron el dedo en el gatillo. El que se quedó en el auto, el que miraba, el que tenía el arma. La acción de disparar y de matar es única. Como la vida de Umma lo era.

Nada le devolverá la vida, ni logrará mitigar en algo el dolor de sus familiares. Tampoco que haya un castigo ejemplar a los autores es certeza que intimide a otros delincuentes. Pero sin justicia no hay paz y sin penas acordes no hay justicia.